domingo, 8 de marzo de 2015

Destino Inminente


(1086.4) 99:1.1 La raza humana debe reconciliarse con un proceso de cambios, adaptaciones y readaptaciones. La humanidad está en marcha hacia un nuevo destino planetario no revelado.

(1086.6) 99:1.3 La sociedad de Urantia no puede esperar establecerse como lo ha hecho en eras pasadas. El barco de la sociedad ha zarpado de las bahías protegidas de la tradición establecida, navegando en los mares del destino evolucionario; y el alma del hombre, como nunca antes en la historia del mundo, necesita estudiar cuidadosamente sus mapas de moralidad y observar con gran cuidado la brújula de la guía religiosa. La misión principal de la religión como influencia social consiste en estabilizar los ideales de la humanidad durante estos tiempos peligrosos de transición de una fase de la civilización a otra, de un nivel de cultura a otro.

(1087.1) 99:1.4 La religión no tiene nuevos deberes que cumplir, pero es urgentemente llamada a funcionar como guía sabia y consejero experto en todas estas situaciones nuevas y rápidamente cambiantes de la humanidad. La sociedad se está volviendo más mecánica, más compacta, más compleja y más críticamente interdependiente. La religión debe funcionar para evitar que estas nuevas interasociaciones íntimas se tornen mutuamente retrogresivas o aun destructivas. La religión ha de actuar como la sal cósmica que previene la destrucción del sabor cultural de la civilización por los fermentos del progreso. Estas nuevas relaciones sociales y revoluciones económicas pueden dar como resultado una fraternidad duradera sólo mediante el ministerio de la religión.

(1090.2) 99:4.6 Durante los tiempos psicológicamente agitados del siglo veinte, en el medio de los trastornos económicos, las corrientes encontradas de la moral y las mareas sociológicas de las transiciones ciclónicas de la era científica, miles y miles de hombres y mujeres se han dislocado humanamente; están ansiosos, desapacibles, temerosos, inseguros e inestables; como nunca antes en la historia del mundo, necesitan el consuelo y la estabilización de una religión sólida. Frente a los logros científicos y al desarrollo mecánico sin precedentes existe un estancamiento espiritual y un caos filosófico.

(1090.3) 99:4.7 No hay peligro en que la religión se vuelva más y más un asunto privado —una experiencia personal— siempre y cuando no pierda su motivación de servicio social altruista y amante. La religión ha padecido de muchas influencias secundarias: una mezcla repentina de culturas, el cruce de credos, la disminución de la autoridad eclesiástica, el cambio de la vida familiar, juntamente con la urbanización y la mecanización.

(1090.4) 99:4.8 El peligro espiritual más grande del hombre consiste en el progreso parcial, el problema de un crecimiento a medias: el abandono de las religiones evolucionarias del temor sin acogerse inmediatamente a la religión revelatoria del amor.

(1100.5) 100:6.3 Las marcas de la respuesta humana al impulso religioso comprenden las cualidades de la nobleza y la grandeza. El religioso sincero tiene conciencia de una ciudadanía en el universo y es consciente de ponerse en contacto con las fuentes de poder sobrehumano. El religionista está impulsado y energizado por la seguridad de pertenecer a una hermandad superior y ennoblecida de hijos de Dios. La conciencia del valor de su propio yo va aumentada por el estímulo de la búsqueda de los objetivos universales más elevados —las metas supremas.

(1100.7) 100:6.5 Pero la verdadera religión es amor vivo, una vida de servicio. La separación del religionista de mucho de lo que es puramente temporal y trivial no conduce nunca al aislamiento social y no debería destruir jamás el sentido del humor. La religión genuina no quita nada de la existencia humana, sino que agrega nuevos significados a la vida entera; genera nuevos tipos de entusiasmo, fervor y valentía.

(1112.3) 101:6.7 La revelación enseña al hombre mortal que, para comenzar tan magnífica y fascinante aventura a través del espacio mediante la progresión del tiempo, debe comenzar por organizar el conocimiento en ideas-decisiones; luego, exhortar a la sabiduría que trabaje sin descanso en su noble tarea de transformar las ideas autoposeídas en ideales cada vez más prácticos pero sin embargo excelsos, aun aquellos conceptos que son tan razonables como ideas y tan lógicos como ideales que el Ajustador se atreve a combinarlos y espiritualizarlos de modo de tornarlos disponibles para que se asocien en la mente finita en forma tal como para constituirlos en complementos humanos reales, así preparados para la acción del Espíritu de la Verdad de los Hijos, las manifestaciones espacio-temporales de la verdad del Paraíso —la verdad universal. La coordinación de ideas-decisiones, ideales lógicos y verdad divina constituye la posesión de un carácter recto, el prerrequisito para la admisión mortal a las realidades en constante expansión y cada vez más espirituales de los mundos morontiales.

(1117.1) 101:10.7 La religión verdadera eficazmente cura el sentido del hombre de aislamiento idealístico o de soledad espiritual; otorga al creyente la posición de hijo de Dios, ciudadano de un universo nuevo y significativo. La religión asegura al hombre que, al seguir el destello de la rectitud que discierne en su alma, se identifica de esa manera con el plan del Infinito y el propósito del Eterno. Tal alma liberada inmediatamente comienza a sentirse cómoda en este nuevo universo, su universo.

(1117.2) 101:10.8 Cuando experimentes tal transformación de la fe, ya no serás una parte esclavizada del cosmos matemático, sino más bien un hijo liberado volitivo del Padre Universal. Tal hijo liberado ya no luchará solo contra el destino inexorable de la terminación de la existencia temporal; ya no luchará contra toda la naturaleza, con las posibilidades irremediablemente en contra suya; ya no le azotará el temor paralizante de que, tal vez, haya puesto su confianza en un fantasma sin esperanzas o colocado su fe en un error de la fantasía.

(1117.3) 101:10.9 En cambio, ahora los hijos de Dios se unen en el fervor de la batalla para el triunfo de la realidad sobre las sombras parciales de la existencia. Finalmente, todas las criaturas se vuelven conscientes del hecho de que Dios y todas las huestes divinas de un universo casi ilimitado están de su lado en la lucha excelsa por obtener la eternidad de la vida y la divinidad de estado. Estos hijos liberados por la fe participan en forma certera en las luchas temporales del lado de las fuerzas supremas y de las personalidades divinas de la eternidad; aun las estrellas en su curso están ahora luchando por ellos; finalmente, contemplan el universo desde adentro, desde el punto de vista de Dios y todo se transforma de las inseguridades del aislamiento material a la certeza de la progresión espiritual eterna. Aun el tiempo mismo se torna una mera sombra de la eternidad, arrojada por las realidades del Paraíso sobre la panoplia móvil del espacio.