(1086.4) 99:1.1 La raza
humana debe reconciliarse con un proceso de cambios, adaptaciones y
readaptaciones. La humanidad está en marcha hacia un nuevo destino planetario
no revelado.
(1086.6) 99:1.3 La
sociedad de Urantia no puede esperar establecerse como lo ha hecho en eras
pasadas. El barco de la sociedad ha zarpado de las bahías protegidas de la
tradición establecida, navegando en los mares del destino evolucionario; y el
alma del hombre, como nunca antes en la historia del mundo, necesita estudiar
cuidadosamente sus mapas de moralidad y observar con gran cuidado la brújula de
la guía religiosa. La misión principal de la religión como influencia social
consiste en estabilizar los ideales de la humanidad durante estos tiempos
peligrosos de transición de una fase de la civilización a otra, de un nivel de
cultura a otro.
(1087.1) 99:1.4 La
religión no tiene nuevos deberes que cumplir, pero es urgentemente llamada a
funcionar como guía sabia y consejero experto en todas estas situaciones nuevas
y rápidamente cambiantes de la humanidad. La sociedad se está volviendo más
mecánica, más compacta, más compleja y más críticamente interdependiente. La
religión debe funcionar para evitar que estas nuevas interasociaciones íntimas
se tornen mutuamente retrogresivas o aun destructivas. La religión ha de actuar
como la sal cósmica que previene la destrucción del sabor cultural de la
civilización por los fermentos del progreso. Estas nuevas relaciones sociales y
revoluciones económicas pueden dar como resultado una fraternidad duradera sólo
mediante el ministerio de la religión.
(1090.2) 99:4.6 Durante
los tiempos psicológicamente agitados del siglo veinte, en el medio de los
trastornos económicos, las corrientes encontradas de la moral y las mareas
sociológicas de las transiciones ciclónicas de la era científica, miles y miles
de hombres y mujeres se han dislocado humanamente; están ansiosos,
desapacibles, temerosos, inseguros e inestables; como nunca antes en la
historia del mundo, necesitan el consuelo y la estabilización de una religión
sólida. Frente a los logros científicos y al desarrollo mecánico sin
precedentes existe un estancamiento espiritual y un caos filosófico.
(1090.3) 99:4.7 No hay
peligro en que la religión se vuelva más y más un asunto privado —una
experiencia personal— siempre y cuando no pierda su motivación de servicio
social altruista y amante. La religión ha padecido de muchas influencias
secundarias: una mezcla repentina de culturas, el cruce de credos, la
disminución de la autoridad eclesiástica, el cambio de la vida familiar,
juntamente con la urbanización y la mecanización.
(1090.4) 99:4.8 El peligro
espiritual más grande del hombre consiste en el progreso parcial, el problema
de un crecimiento a medias: el abandono de las religiones evolucionarias del
temor sin acogerse inmediatamente a la religión revelatoria del amor.
(1100.5) 100:6.3 Las
marcas de la respuesta humana al impulso religioso comprenden las cualidades de
la nobleza y la grandeza. El religioso sincero tiene conciencia de una
ciudadanía en el universo y es consciente de ponerse en contacto con las
fuentes de poder sobrehumano. El religionista está impulsado y energizado por
la seguridad de pertenecer a una hermandad superior y ennoblecida de hijos de
Dios. La conciencia del valor de su propio yo va aumentada por el estímulo de
la búsqueda de los objetivos universales más elevados —las metas supremas.
(1100.7) 100:6.5 Pero la verdadera
religión es amor vivo, una vida de servicio. La separación del religionista de
mucho de lo que es puramente temporal y trivial no conduce nunca al aislamiento
social y no debería destruir jamás el sentido del humor. La religión genuina no
quita nada de la existencia humana, sino que agrega nuevos significados a la
vida entera; genera nuevos tipos de entusiasmo, fervor y valentía.
(1112.3) 101:6.7 La
revelación enseña al hombre mortal que, para comenzar tan magnífica y
fascinante aventura a través del espacio mediante la progresión del tiempo,
debe comenzar por organizar el conocimiento en ideas-decisiones; luego,
exhortar a la sabiduría que trabaje sin descanso en su noble tarea de
transformar las ideas autoposeídas en ideales cada vez más prácticos pero sin
embargo excelsos, aun aquellos conceptos que son tan razonables como ideas y
tan lógicos como ideales que el Ajustador se atreve a combinarlos y
espiritualizarlos de modo de tornarlos disponibles para que se asocien en la
mente finita en forma tal como para constituirlos en complementos humanos
reales, así preparados para la acción del Espíritu de la Verdad de los Hijos,
las manifestaciones espacio-temporales de la verdad del Paraíso —la verdad
universal. La coordinación de ideas-decisiones, ideales lógicos y verdad divina
constituye la posesión de un carácter recto, el prerrequisito para la admisión
mortal a las realidades en constante expansión y cada vez más espirituales de
los mundos morontiales.
(1117.1) 101:10.7 La
religión verdadera eficazmente cura el sentido del hombre de aislamiento
idealístico o de soledad espiritual; otorga al creyente la posición de hijo de
Dios, ciudadano de un universo nuevo y significativo. La religión asegura al
hombre que, al seguir el destello de la rectitud que discierne en su alma, se
identifica de esa manera con el plan del Infinito y el propósito del Eterno.
Tal alma liberada inmediatamente comienza a sentirse cómoda en este nuevo
universo, su universo.
(1117.2) 101:10.8 Cuando
experimentes tal transformación de la fe, ya no serás una parte esclavizada del
cosmos matemático, sino más bien un hijo liberado volitivo del Padre Universal.
Tal hijo liberado ya no luchará solo contra el destino inexorable de la terminación
de la existencia temporal; ya no luchará contra toda la naturaleza, con las
posibilidades irremediablemente en contra suya; ya no le azotará el temor
paralizante de que, tal vez, haya puesto su confianza en un fantasma sin
esperanzas o colocado su fe en un error de la fantasía.
(1117.3) 101:10.9 En
cambio, ahora los hijos de Dios se unen en el fervor de la batalla para el
triunfo de la realidad sobre las sombras parciales de la existencia.
Finalmente, todas las criaturas se vuelven conscientes del hecho de que Dios y
todas las huestes divinas de un universo casi ilimitado están de su lado en la
lucha excelsa por obtener la eternidad de la vida y la divinidad de estado.
Estos hijos liberados por la fe participan en forma certera en las luchas
temporales del lado de las fuerzas supremas y de las personalidades divinas de
la eternidad; aun las estrellas en su curso están ahora luchando por ellos;
finalmente, contemplan el universo desde adentro, desde el punto de vista de
Dios y todo se transforma de las inseguridades del aislamiento material a la
certeza de la progresión espiritual eterna. Aun el tiempo mismo se torna una
mera sombra de la eternidad, arrojada por las realidades del Paraíso sobre la
panoplia móvil del espacio.