Cómo se analizó en las entradas pasadas, la expresión clara "perfección" aparece vinculada a un proceso futuro en desarrollo. Por otra parte, no hay expresiones directas y claras en torno a una perfección presente en cuanto a Jesús en la carne. Pasa con demasiada frecuencia que el razonamiento deductivo puede quedar influenciado por ideas subjetivas o suposiciones. En lugar de eso, más bien que asignar una limitación deductiva a Dios y a su propósito, parece que sería más respetuoso y razonable ver estas expresiones claras como una representación de la expresión de Su voluntad y propósito.
Notemos que alguien sin pecado no necesariamente es perfecto:
“Ustedes saben también que aquel fue manifestado para quitar [nuestros] pecados, y no hay pecado en él. Todo el que permanece en unión con él no practica el pecado; nadie que practica el pecado lo ha visto ni ha llegado a conocerlo.
Todo el que ha nacido de Dios no se ocupa en el pecado, porque la semilla [reproductiva] de Él permanece en el tal, y no puede practicar el pecado, porque ha nacido de Dios”. – 1 Juan 3:5,6, 9
Notemos que las personas que "nacen otra vez" "no pueden practicar el pecado" sin importar que su condición sea perfecta e imperfecta. De la misma forma como también en otras partes se les llama "santos" (Hebreos 2:11).
Así que el quid de la cuestión no es la imperfección y perfección, sino la santidad en los nacidos del Espíritu que logra que no vivan con pecado.
El pecado es un acto deliberado contra las leyes de Dios, y no es necesario ser "imperfecto" (como suele entenderse) para pecar. Así lo demuestran los casos de los ángeles rebeldes. De la misma forma, un no pecador no significa que forzosamente deba ser "perfecto".
Cómo analizaremos en una próxima entrada, realmente no nacemos pecadores, sino que el pecado es un acto volitivo deliberado.