domingo, 22 de marzo de 2015

"Sinaí, una montaña de Arabia"


Volcán de Islandia
“Y al tercer día, cuando amaneció, aconteció que empezó a haber truenos y relámpagos, y una nube densa sobre la montaña y un sonido muy fuerte de cuerno, de manera que toda la gente que estaba en el campamento empezó a temblar.  Moisés ahora hizo que el pueblo saliera del campamento al encuentro del Dios [verdadero], y ellos fueron tomando su posición al pie de la montaña.  Y el monte Sinaí humeaba por todas partes, debido al hecho de que Jehová había descendido sobre él en fuego; y su humo seguía ascendiendo como el humo de un horno de calcinación, y toda la montaña estaba temblando muchísimo”. – Éxodo 19:16-18

Es inevitable asociar la manifestación sobre el Sinaí con la manifestación de un volcán. Por ejemplo, algunas erupciones volcánicas están asociadas con relámpagos, la nube ascendente que parece subir de un horno de calcinación y los temblores. Si Dios realmente quiso manifestarse de esta forma en Sinaí, lo hizo de la forma más idéntica a un volcán en erupción.

Los estudiosos saben que la ubicación del moderno Monte Sinaí proviene de Elena, la madre de Constantino. Y esta ubicación parece ser totalmente inexacta ya que la actual ubicación del Sinaí era parte del Egipto bíblico, y los israelitas en realidad habían salido de Egipto. En cambio, la descripción bíblica e incluso Pablo en Gálatas 4:25 declara que Sinaí estaba en Arabia.  Algunos han sostenido que el Volcán Hala-'l Badr, más al sur, en Arabia era realmente el Monte Sagrado Sinaí.

(1054.1) 96:1.11 Hasta alrededor del año 2000 a. de J. C., el Monte Sinaí mostró actividades intermitentes volcánicas, con erupciones ocasionales que ocurrieron hasta el momento de la estadía de los israelitas en esta región. El fuego y el humo, juntamente con las explosiones y truenos asociados con las erupciones de esta montaña volcánica, impresionaban y asustaban a los beduinos de las regiones circunvecinas y les hacían temer grandemente a Yahvé. Este espíritu del Monte Horeb más adelante se volvió el Dios de los semitas hebreos, y ellos finalmente creyeron en él como el supremo por encima de todos los demás dioses.

(1057.1) 96:4.5 No parecería que Moisés hubiera tenido nunca éxito en el establecimiento de esta adoración ceremonial un tanto avanzada y en mantener a sus seguidores intactos durante un cuarto de siglo si no hubiese sido por la violenta erupción del Horeb durante la tercera semana de su estadía de adoración a sus pies. «El monte de Yahvé estuvo consumido por el fuego, y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera». En vista de este cataclismo no es sorprendente que Moisés pudiera convencer a sus hermanos sobre la enseñanza de que su Dios era «poderoso, terrible, un fuego devorador, temible y todopoderoso».