Volcán de Islandia |
“Y al tercer día, cuando
amaneció, aconteció que empezó a haber truenos
y relámpagos, y una nube densa sobre
la montaña y un sonido muy fuerte de cuerno, de manera que toda la gente
que estaba en el campamento empezó a temblar. Moisés ahora hizo que el pueblo
saliera del campamento al encuentro del Dios [verdadero], y ellos fueron
tomando su posición al pie de la montaña. Y
el monte Sinaí humeaba por todas partes, debido al hecho de que Jehová había
descendido sobre él en fuego; y su humo seguía ascendiendo como el humo de un
horno de calcinación, y toda la montaña estaba temblando muchísimo”. – Éxodo
19:16-18
Es inevitable asociar la manifestación sobre el Sinaí con la manifestación de un volcán. Por ejemplo, algunas erupciones volcánicas están asociadas con relámpagos, la nube ascendente que parece subir de un horno de calcinación y los temblores. Si Dios realmente quiso manifestarse de esta forma en Sinaí, lo hizo de la forma más idéntica a un volcán en erupción.
Los estudiosos saben que la ubicación del moderno Monte Sinaí proviene de Elena, la madre de Constantino. Y esta ubicación parece ser totalmente inexacta ya que la actual ubicación del Sinaí era parte del Egipto bíblico, y los israelitas en realidad habían salido de Egipto. En cambio, la descripción bíblica e incluso Pablo en Gálatas 4:25 declara que Sinaí estaba en Arabia. Algunos han sostenido que
el Volcán Hala-'l Badr, más al sur, en Arabia era realmente el Monte Sagrado Sinaí.
(1054.1) 96:1.11 Hasta alrededor del año 2000 a . de J. C., el Monte Sinaí mostró
actividades intermitentes volcánicas, con erupciones ocasionales que ocurrieron
hasta el momento de la estadía de los israelitas en esta región. El fuego y el
humo, juntamente con las explosiones y truenos asociados con las erupciones de
esta montaña volcánica, impresionaban y asustaban a los beduinos de las
regiones circunvecinas y les hacían temer grandemente a Yahvé. Este espíritu
del Monte Horeb más adelante se volvió el Dios de los semitas hebreos, y ellos
finalmente creyeron en él como el supremo por encima de todos los demás dioses.
(1057.1) 96:4.5 No parecería que Moisés hubiera tenido nunca éxito en el
establecimiento de esta adoración ceremonial un tanto avanzada y en mantener a
sus seguidores intactos durante un cuarto de siglo si no hubiese sido por la
violenta erupción del Horeb durante la tercera semana de su estadía de
adoración a sus pies. «El monte de Yahvé estuvo consumido por el fuego, y el
humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran
manera». En vista de este cataclismo no es sorprendente que Moisés pudiera
convencer a sus hermanos sobre la enseñanza de que su Dios era «poderoso,
terrible, un fuego devorador, temible y todopoderoso».