El profesor Antonio Piñero
es Catedrático Emérito de Filología griega de la Universidad Complutense de
Madrid. Su especialidad es en Lengua y literatura del cristianismo primitivo.
Con el he mantenido correspondencia algunas veces. El tiene una visión sumamente
pragmática y científica del análisis del texto bíblico. Por supuesto, no cree
en el Libro de Urantia, pero sus investigaciones en una vereda diferente
concuerdan mucho con mis propias investigaciones cuando examiné el texto bíblico,
y cuando posteriormente los Documentos Urantianos me presentaron un cuadro
completo.
Lo que menciona Piñero es
importante, porque está ajeno al partidismo de alguna facción religiosa:
La crucifixión de Jesús fue algo terrible para sus seguidores a los que
planteó innúmeras dificultades teológicas…, tantas que tuvieron que pensar, y
fundamentar teológicamente su sentido con nuevas y a veces aventuradas exégesis
de las Escrituras. Dios había dado a entender con ella que cualquier noción
triunfante del mesianismo había sido un error por parte del pueblo elegido. A
los ojos de la inmensa mayoría de los judíos este fracaso de la cruz invalidaba
por completo las pretensiones mesiánicas de Jesús. Pero ¡estaban terriblemente
equivocados sus seguidores! Por consiguiente, tanto esfuerzo explicativo arguye
que estamos ante un hecho incontrovertible, que mal que les pesara a los
seguidores de Jesús ocurrió ¡y del había que dar cuenta por molesto que fuese
tal suceso!
La teología judeocristiana postpascual, sobre todo
la paulina, se esforzó y se centró en dar un sentido a este hecho en apariencia
inexplicable; y lo hizo según el esquema típico del sacrifico expiatorio
(víctima = Jesús) y de acuerdo con una misteriosa voluntad divina previa que
exigía tal sacrificio. Parece, pues, imposible un invento puro de la
crucifixión de Jesús por parte de la tradición cristiana. (La muerte de Jesús fue real pero
hubo que darle forzosamente un significado).
Ahora comentaremos sobre la fascinante Didaché, la cual fue analizada en post anteriores.
Te damos gracias, Padre Nuestro, por el vino santo
de David que nos diste a conocer por Jesús, tu siervo (Did 9,2).
Después se parte el pan, pero no como cuerpo de Cristo, sino
diciendo:
Te damos gracias, Padre Nuestro, por la vida y el
conocimiento que nos diste a conocer por Jesús, tu siervo (Did 9,3).
Antonio Piñero comenta:
Esta ceremonia judeocristiana de la Didaché no
contiene referencias a la Eucaristía tal como se encuentran en Pablo y en los
evangelios sinópticos: ni cuerpo ni sangre de Cristo, ni institución alguna.
Sus características la asemejan a un qiddush judío: la secuencia de la
bendición es vino/ pan, y no al revés.
Además, el tono judío se ve reforzado porque:
- En la ceremonia se denomina al grupo
judeocristiano como “la santa viña de David, tu siervo”, con resonancias a
Isaías.
-
Jesús es invocado también como “siervo” de
Dios.
• Es muestra de
que no había una unión firme en la tradición entre Última Cena e institución.
• No actúa de ningún modo el presunto motivo del secreto “mistérico” que –según algunos investigadores- se encuentra en la omisión de la institución en Hechos y Didaché.
• No actúa de ningún modo el presunto motivo del secreto “mistérico” que –según algunos investigadores- se encuentra en la omisión de la institución en Hechos y Didaché.
Como he comentado en otras entradas, La Didaché era la versión
de la Conmemoración para los judíos cristianos (para ellos el asunto de “comer
sangre” o un “cuerpo” aunque fuera simbólico era más repulsivo que para los
gentiles que tenía historias de la antropofagia de algunos dioses).
También Pablo necesita combatir la idea gnóstica que Cristo no
vino en cuerpo y sangre real, ya que al parecer los corintios extrañamente no
tenían claro el significado y comían de la cena incluso embriagados.
Bendiciones.