domingo, 12 de abril de 2015

La conclusión paulina de Jesús

El profesor Antonio Piñero es Catedrático Emérito de Filología griega de la Universidad Complutense de Madrid. Su especialidad es en Lengua y literatura del cristianismo primitivo. Con el he mantenido correspondencia algunas veces. El tiene una visión sumamente pragmática y científica del análisis del texto bíblico. Por supuesto, no cree en el Libro de Urantia, pero sus investigaciones en una vereda diferente concuerdan mucho con mis propias investigaciones cuando examiné el texto bíblico, y cuando posteriormente los Documentos Urantianos me presentaron un cuadro completo.

Lo que menciona Piñero es importante, porque está ajeno al partidismo de alguna facción religiosa:

 La crucifixión de Jesús fue algo terrible para sus seguidores a los que planteó innúmeras dificultades teológicas…, tantas que tuvieron que pensar, y fundamentar teológicamente su sentido con nuevas y a veces aventuradas exégesis de las Escrituras. Dios había dado a entender con ella que cualquier noción triunfante del mesianismo había sido un error por parte del pueblo elegido. A los ojos de la inmensa mayoría de los judíos este fracaso de la cruz invalidaba por completo las pretensiones mesiánicas de Jesús. Pero ¡estaban terriblemente equivocados sus seguidores! Por consiguiente, tanto esfuerzo explicativo arguye que estamos ante un hecho incontrovertible, que mal que les pesara a los seguidores de Jesús ocurrió ¡y del había que dar cuenta por molesto que fuese tal suceso!


La teología judeocristiana postpascual, sobre todo la paulina, se esforzó y se centró en dar un sentido a este hecho en apariencia inexplicable; y lo hizo según el esquema típico del sacrifico expiatorio (víctima = Jesús) y de acuerdo con una misteriosa voluntad divina previa que exigía tal sacrificio. Parece, pues, imposible un invento puro de la crucifixión de Jesús por parte de la tradición cristiana.  (La muerte de Jesús fue real pero hubo que darle forzosamente un significado).

Ahora comentaremos sobre la fascinante Didaché, la cual fue analizada en post anteriores. 

 La Enseñanza de los doce apóstoles o Enseñanza del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles, conocida comúnmente como Didaché, es una obra de la literatura cristiana primitiva que pudo ser compuesta en la segunda mitad del siglo I, acaso antes de la destrucción del Templo de Jerusalén o hasta el 110. Sin embargo, la fuerte connotación judeo cristiana parece darle una composición anterior al 70. En la Didaché se bendice primero el vino, pero no como sangre de Cristo sino de esta manera:

Te damos gracias, Padre Nuestro, por el vino santo de David que nos diste a conocer por Jesús, tu siervo (Did 9,2).

Después se parte el pan, pero no como cuerpo de Cristo, sino diciendo:

Te damos gracias, Padre Nuestro, por la vida y el conocimiento que nos diste a conocer por Jesús, tu siervo (Did 9,3).

Antonio Piñero comenta:

Esta ceremonia judeocristiana de la Didaché no contiene referencias a la Eucaristía tal como se encuentran en Pablo y en los evangelios sinópticos: ni cuerpo ni sangre de Cristo, ni institución alguna. Sus características la asemejan a un qiddush judío: la secuencia de la bendición es vino/ pan, y no al revés.

Además, el tono judío se ve reforzado porque:

- En la ceremonia se denomina al grupo judeocristiano como “la santa viña de David, tu siervo”, con resonancias a Isaías.

-         Jesús es invocado también como “siervo” de Dios.

• Es muestra de que no había una unión firme en la tradición entre Última Cena e institución.

• No actúa de ningún modo el presunto motivo del secreto “mistérico” que –según algunos investigadores- se encuentra en la omisión de la institución en Hechos y Didaché.

Como he comentado en otras entradas, La Didaché era la versión de la Conmemoración para los judíos cristianos (para ellos el asunto de “comer sangre” o un “cuerpo” aunque fuera simbólico era más repulsivo que para los gentiles que tenía historias de la antropofagia de algunos dioses).

También Pablo necesita combatir la idea gnóstica que Cristo no vino en cuerpo y sangre real, ya que al parecer los corintios extrañamente no tenían claro el significado y comían de la cena incluso embriagados.

Bendiciones.