El Apocalipsis 21 contiene una de las visiones más esperanzadoras. Los Documentos comentan sobre éste asunto:
(599.7) 52:7.11 Fue acerca de la conclusión de la misión final de los Hijos Instructores (por lo menos esa sería la cronología en un mundo normal) acerca de que Juan escribió: «Yo vi un nuevo cielo y una nueva tierra y el nuevo Jerusalén que bajaba de Dios saliendo del cielo, preparada como una princesa adornada para su príncipe».
Sobre la llegada de ésta estructura celestial, otro Documentos nos amplifica:
(622.1) 55:1.1 La
presencia del templo morontial en la capital de un mundo habitado es el
certificado de admisión de dicha esfera a las edades establecidas de luz y
vida. Antes de que los Hijos Instructores abandonen un mundo, cuando concluye
su misión terminal, inauguran esta época final de logro evolucionario; presiden
ese día en que «el templo sagrado desciende a la tierra». Este acontecimiento,
que señala los albores de la era de luz y vida, se ve siempre honrado con la
presencia personal del Hijo Paradisiaco autootorgador en ese planeta, que
concurre para presenciar este gran día.
Es en ésta época magna cuando la muerte ya no es más. Los seres humanos que alcanzan los 500 años deciden fusionarse con su Ajustador y ser transportados sin morir a los mundos de estancia directamente. Y este Templo es esencial para ese transporte. En esa época la Humanidad llega a la Era de luz y vida.
Un copista posterior del Apocalipsis posiblemente incorporó una cita de Isaías en esta parte de la Revelación. Pero es del todo correcta esa expresión más antigua y los Documentos la comentan como una profecía que se cumplirá en la Humanidad y en este bello planeta:
(600.1) 52:7.12 Ésta es la
misma tierra renovada, la etapa avanzada planetaria, que el antiguo visionario
visualizó cuando escribió: «'Pues así como los nuevos cielos y la nueva tierra
que yo crearé durarán ante mí, así también vosotros y vuestros hijos
perduraréis; y sucederá que de una luna nueva a otra y de un sábado a otro,
toda la carne adorará ante mí', dice el Señor».
La promesa sobre la restauración de la Tierra es una realidad. La Humanidad llegará a la Era de Luz y Vida, y ese Paraíso será establecido firmemente en la Tierra junto a una Sede Mundial, que fue descrita en el Apocalipsis como la Nueva Jerusalén.