¿Existen otras revelaciones aparte de las integradas en la Biblia?
En estas enigmáticas palabras se declara
con certeza: Hay mucho más sobre Jesús de Nazaret que la mayoría del mundo
desconoce. Hoy, en una era de mayor comprensión sobre nuevas realidades
espirituales, muchos comienzan a estar preparados para más luz. Creemos que el Padre Celestial a
través de las eras hace dispensaciones de revelación progresivas a sus hijos terrestres. Fue de ésta forma como la misma Biblia gradualmente a través de los siglos fue construyéndose hasta tomar su forma más o menos definitiva hace dos milenios. No obstante, su proceso de adición de textos bíblicos fue gradual. A comienzos del primer siglo, solo las llamadas Escrituras Hebreas eran la "Biblia". Pasaron algunos siglos para que los escritos de los Evangelios y las Cartas Apostólicas fueran integradas como libros "oficiales".
Pero, ¿No está acaso todo sobre
Jesús en la Biblia? Obviamente que no. Las palabras de Juan 21:25 que hemos citado lo
demuestran. También Juan 20: 30 lo reafirma:
“Por supuesto, Jesús también
ejecutó muchas otras señales delante de los discípulos, que no están escritas
en este rollo”.
Ciertamente las cosas escritas si
eran adecuadas para escribirlas, pero, ¿eran menos importantes o trascendentes
aquellas otras señales o cosas que Jesús hizo? De ninguna manera, y no creo que
ninguna persona que valore la venida de Cristo consideraría sin importancia
alguna señal que Jesús haya efectuado, sobre todo si era algo (según el
contexto) relacionado con las apariciones durante su resurrección. Juan no dice que no eran importantes,
simplemente dice que no están escritas en este rollo. Resulta obvio, por lo tanto, que habían otros
rollos circulando en la época de Juan sobre la vida de Jesús. ¿Cuáles podían
ser?
Para la mayoría de los creyentes
estos otros rollos podrían ser el llamado evangelio de Mateo, Marcos y Lucas. Sin
embargo, está claro que esto no es algo que se sustente como lo único escrito
sobre la vida de Jesús. ¿Por qué?
Analicemos objetivamente y con mente abierta la realidad evidente
sobre ésta cuestión. Como es bien sabido por todos los creyentes, los testigos privilegiados de la vida pública
de Jesús fueron los apóstoles, doce hombres que fueron aprobados por el propio
Jesús para seguirlo durante sus tres años y medio de ministerio conocido y
narrado en los Evangelios. Estos hombres vivieron estrechamente con Jesús,
acompañándolo en sus giras de predicación, y sin lugar a dudas, tuvieron
conversaciones íntimas y edificantes con su guía y Maestro. Curiosamente solo 2
de estos 12 hombres escribieron algo sobre Jesús atribuido a ellos: Estos
fueron Mateo y Juan. Además sus escritos están separados por varías décadas. Es
así como comúnmente se atribuye la redacción de Mateo en el 41 D.C, y el
Evangelio de Juan en 98 D.C. De ésta
forma (según el conocimiento parcial que tenemos), las primeras Iglesias
o Congregaciones Cristianas supuestamente dispondrían durante muchas décadas de un solo
Evangelio escrito por un solo apóstol que convivió y conoció personalmente a
Jesús. ¿Qué sucedió con los otros
apóstoles? ¿Mostraron acaso un escasísimo interés en velar por que su valioso e irrepetible testimonio personal quedara
plasmado sobre documentos que recordaran por siempre al mundo aquello que fue y
ya no volverá a ser hasta el fin de los tiempos?
Ciertamente pienso que no. Los
apóstoles que vivieron y conocieron a Jesús sin lugar a dudas deben haber
escrito más que algún recuerdo. Sin duda, o se nos han ocultado por alguna razón, o se perdieron
definitivamente en el tiempo. No obstante, hay pruebas de que lo primero
sucedió realmente. Resulta extraño y sospechoso que Marcos y Lucas hubieran
sido los únicos que, a parte de Mateo y Juan, se dedicaran a escribir sobre un
hombre que no conocieron realmente. Marcos quizás conoció al Maestro, pero él era
un muchacho en esos años.
Este aparente silencio de los otros
apóstoles se podría asemejar a como una docena de historiadores o periodistas
(que propagadores como ellos eran los apóstoles o enviados), presentes en los
momentos de producirse el mayor prodigio de la historia humana, hubiesen
enmudecido totalmente y el hecho no se hubiese plasmado documentalmente ni dado
a conocer hasta cuarenta años después y sólo gracias a los escritos deslavados
de un par de ayudantes de dos de esos supuestos testigos privilegiados.
¿Sabía usted que la mayoría de
los Evangelios contienen escasas conversaciones íntimas de Jesús con sus
apóstoles? ¿Temas que hubieran sido claves en clarificar las posteriores
confusiones que surgieron con los siglos
e interpretaciones sobre las doctrinas de Jesús en temas como el Reino
de Dios o la verdadera naturaleza de la salvación entre muchas cosas?
Analicemos pues, los evangelios
existentes en las Biblias actuales:
El evangelio de Según Mateo.
Aunque hay dudas del año en que se redactó este Evangelio, según las notas que aparecen al final de algunos
manuscritos (todos posteriores al siglo X D.C.) dicen que fue escrito en el año
41 D.C. Mateo sí fue un apóstol que
conoció a Jesús. No obstante, el Evangelio que se atribuye a Mateo no
menciona que él sea el escritor.
El evangelio de Según Marcos.
Marcos no fue apóstol ni fue compañero íntimo de Jesús, aunque probablemente sí
lo conoció, pero era un muchacho. Todos los investigadores concuerdan en que,
debido a este factor, no pudo asimilar
ni recordar todas las enseñanzas y ministerio de Jesús; para ello tuvo que
recurrir al testimonio de otros, como Pedro, para escribir su relato. Según la
tradición más antigua de Papías, Orígenes y Tertuliano, confirman a Pedro como
informante de Marcos, con quien estuvo en estrecha asociación. ¿No lo llamó
Pedro “mi hijo”? (1 Ped. 5:13.) Juan Marcos escribió la primera,
la más breve y la más simple historia de la vida de Jesús. Presentó al Maestro
como un ministro, como un hombre entre los hombres.
La gran importancia histórica de
este Evangelio radica en el hecho de ser uno de los cercanos a los originales
más antiguos –de los llamados canónicos- de cuantos refieren la vida y obras de
Jesús, aunque nunca debe olvidarse que su final fue cortado después de Marcos
16: 8 (se ignora cuánto texto falta y cuál era su contenido) y un copista
posterior añadió el fragmento que relata la aparición de Jesús a María
Magdalena y a los discípulos y el llamado “fin del Evangelio” (Marcos 16:
9-20). Estos versículos extras aparecen en algunas Biblias modernas que usted
puede consultar en dónde se muestran estos manuscritos añadidos. Por ejemplo, la "Traducción del Nuevo Mundo" de la Sociedad Watchtower contiene estos versículos con algunas notas que aluden a la inseguridad sobre la autoría de esos versículos. Evidentemente
este añadido parece basarse en datos que figuran en Mateo y en Hechos de los
apóstoles. Como vemos, esta es una mutilación que se nota en uno de los
evangelios. Evidentemente hay otros cortes con añadidos que están bien entremezclados.
El evangelio de Según Lucas.
Lucas no fue apóstol ni conoció a Jesús. Lucas escribe, al igual que Juan
Marcos, de oídas de otros, componiendo su texto también a partir de pasajes que
copia de otros documentos anteriores, de diversas procedencias, y de lo que le
escucha a Pablo, que no sólo no fue discípulo original de Jesús y que no le
conoció, sino que en esos tiempos inmediatamente posteriores a la resurrección de Cristo era un fanático perseguidor del Cristianismo.
Curiosamente este evangelio de
Lucas debería llamarse La Primera a Teófilo (Hechos o Actos de los Apóstoles
sería la Segunda Carta a Teófilo), ya que es claramente una epístola destinada a ayudar a
un gentil sobre quién era este Jesús de quién tanto se hablaba:
“Puesto que muchos han
emprendido la recopilación de una declaración de los hechos que entre nosotros
están plenamente acreditados, así como nos los entregaron los que desde
[el] principio llegaron a ser testigos oculares y servidores del mensaje, yo
también, porque he investigado todas las cosas desde el comienzo con exactitud,
resolví escribírtelas en orden lógico, excelentísimo Teófilo, para que
conozcas plenamente la certeza de las cosas que se te han enseñado oralmente”. –
Lucas 1: 1-4
En este relato a Teófilo nos damos cuenta de
algo que el mismo Lucas nos confirma, en el sentido de que muchos , a parte de
él, estaban escribiendo sobre Jesús de Nazaret, ya sea en forma de cartas como
aquella, como evangelios a mucha gente o recuerdos personales.
¿Quiénes eran esos muchos que
escribían sobre Jesús? Bueno, descartamos a Juan, quién escribió en su vejez en
el año 98 D.C, ya que Lucas escribió estas palabras entre 56 al 58. Marcos igualmente sería compuesto por la década
del 60. Posiblemente sea el único Mateo, ya que el escrito privado de Mateo se conservó como tal hasta la década del 70, cuando aparecería públicamente como el nuevo evangelio de Mateo.
Entonces, ¿cuáles y dónde estaban entonces los escritos
de esos muchos que escribían también sobre Cristo? Y aunque Lucas podría haber
sido escrito en una fecha más tardía, aun nos quedaríamos con otros dos
evangelios. Solo dos de los muchos otros escritos que dice Lucas que habían.
Lucas, el médico de Antioquía
en Pisidia, era un gentil convertido por Pablo, y escribió una historia muy
distinta de la vida del Maestro. En el año 47 empezó a seguir a Pablo y a
instruirse sobre la vida y las enseñanzas de Jesús. Lucas conserva en su relato
mucho de la "gracia del Señor Jesucristo", ya que recogió estos
hechos de Pablo y de otras personas. Lucas presenta al Maestro como el
"amigo de los publicanos y de los pecadores". Es interesante Actos de los apóstoles termina abruptamente y está incompleto porque se cree que Lucas murió cuando estaba a punto de terminar la
segunda de estas obras, los "Hechos o Actos de los Apóstoles".
Como material para compilar su
evangelio, Lucas se basó principalmente en la historia de la vida de Jesús que
Pablo le había contado. Por lo tanto, el evangelio de Lucas es, en algunos
aspectos, es el evangelio según Pablo. Pero Lucas tenía otras fuentes de
información. No solamente entrevistó a decenas de testigos oculares de los
numerosos episodios de la vida de Jesús que relata, sino que, al final de su
vida, poseía también una copia de algunas partes del evangelio de Marcos.
El evangelio de Según Juan. El
evangelio según Juan relata una gran parte de la obra que Jesús realizó en
Judea y alrededor de Jerusalén, que no se menciona en los otros relatos. Éste
es el llamado evangelio según Juan el hijo de Zebedeo. En el momento de componer esa narración, Juan tenía los otros
evangelios y observó que muchas cosas se habían omitido.
Es extraño que Juan decidiera
dictar sus memorias sobre Jesús cuando todos los demás apóstoles y testigos
oculares de Jesús habían muerto. Incluso Pablo ya había sido ejecutado hace
tiempo. Muchos han llegado a la conclusión de que este Evangelio (el más
cercano a la filosofía y mensaje de Jesús) fue una confesión final de un hombre
que conocía la verdad y que antes de morir quiso contar la verdad sobre Jesús,
y que él había callado.
Como prueba de esto, el evangelio de Juan proporciona
¡un 92% de información nueva que no se considera en los otros evangelios! En
este evangelio se relatan conversaciones claves e íntimas de Jesús con algunas
personas como Nicodemo, la Samaritana, y su despedida final dirigida a los
apóstoles que de manera inédita se demora ¡cinco capítulos! Conversaciones que
son sinceras y reveladoras, y que
permiten comprender de manera más cercana la esencia de la religión que
el Maestro predicaba a la multitud.
No obstante, debemos reconocer que
los evangelios actuales son obras maravillosas que han cambiado al mundo. Todos
estos autores presentaron honestas descripciones de Jesús tal como ellos lo
habían visto, lo recordaban o se habían informado sobre él, y en la medida en que
sus conceptos de aquellos acontecimientos lejanos fueron influenciados por su
adhesión posterior a las enseñanzas de Pablo fueron cambiados algunos
puntos que hoy se han considerado importantes para las doctrinas de las
Iglesias u Organizaciones religiosas.
El hecho de que hay censuras y
partes retiradas que no aparecen en la Biblia actual lo demuestran detalles que
se les escaparon a los censuradores que muestran que hay más escritos
inspirados de los que creemos. También es probable que algunos hayan sido extraviados en la bruma del tiempo. La misma Biblia testifica de manera interna que
hay más libros. En las Escrituras Griegas Cristianas aparecen casos notables:
“Den mis saludos a los hermanos
[que están] en Laodicea, y a Ninfa y a la congregación [que se reúne] en su
casa. Y cuando esta carta haya sido leída entre ustedes, hagan arreglos para
que también se lea en la congregación de los laodicenses, y para que ustedes
también lean la de Laodicea". (Colosenses 4:14-16).
¿Dónde esta la carta a los
Laodicenses? Al parecer desapareció misteriosamente. Y era una carta con
contenido diferente a la de a los Colosenses. Razón por la cuál Pablo les
recomienda el intercambio de cartas. Este es un ejemplo gigante de que hay más
cartas, evangelios y otros libros desaparecidos. Las explicaciones para salvar
estas cuestiones son inverosímiles y
carentes de fundamento ante la obviedad de la situación.
Otro caso interesante
aparece en Judas 14-15: “Sí,
también profetizó respecto de ellos Enoc, el séptimo [en línea] desde Adán,
cuando dijo: “¡Miren! Jehová vino con sus santas miríadas, para ejecutar
juicio contra todos, y para probar la culpabilidad de todos los impíos respecto
a todos sus hechos impíos que hicieron impíamente, y respecto de todas las
cosas ofensivas que pecadores impíos hablaron contra él”.
Es costumbre en los
escritores de las Escrituras Griegas Cristianas citar de otros libros de las
escrituras hebreas más antiguas, como Isaías, Salmos, etc. Eran libros que ellos
consideraban claramente inspirados que apoyaban sus cartas y evangelios. Es
obvio que Judas cita de un libro, que evidentemente no es el Génesis, ya que en
éste no aparece aquella frase de Enoc, el séptimo desde Adán. ¿De que libro
cita Judas? De un escrito que evidentemente fue sacado del compendio llamado
Biblia. Probablemente de una versión antigua del libro de Enoc (Enoc 1:9), un libro mal llamado
apócrifo que contiene fragmentos de mensajes que pronunció Enoc.
Pablo igual conocía
escritos que hoy desconocemos y que nos daban detalles como el nombre de los
sacerdotes que se opusieron a Moisés, detalle que no aparece en el Exodo (2
Timoteo 3:8). Pero las sorpresas en el Antiguo Testamento continúan. En las Escrituras Hebreas aparecen estas referencias:
"El libro de las Guerras de
Jehová". Citado por Moisés en Números 21:14, 15. Pudo haberse tratado de un
registro o historia fidedigna de las guerras del pueblo de Jehová, cuya crónica
probablemente hablara entre muchas cosas de la triunfante guerra de Abrahán
contra los cuatro reyes aliados que capturaron a Lot y su familia. (Gé
14:1-16). La lógica indica que era un escrito considerado inspirado, ya que
obviamente se le incluye como algo digno de ser incluido en el relato sagrado
de Números.
"El libro de Jasar". Se cita
en Josué 10:12, 13, cuando Josué pide que el Sol y la Luna se detengan durante
su lucha contra los amorreos, y en 2 Samuel 1:18-27, donde se registra un poema
llamado “El arco”, que era una endecha sobre Saúl y Jonatán. Por lo tanto, se
cree que se trataba de una colección de poemas, cánticos y otros escritos, que
debieron ser de considerable interés histórico y que recibieron amplia
circulación en el mundo hebreo. Algo que indica que era un libro considerado
inspirado está en el mismo Josué 10: 13 cuando después de describir el fenómeno
de la paralización del Sol y la Luna, el relato pregunta: “¿No está escrito en
el libro de Jasar? Y el Sol se quedó parado en medio de los cielos y no se
apresuró a ponerse por más o menos un día entero”. Esto indica que lo sucedido
en los días de Josué era también una profecía cantada acerca del acto que
Jehová realizaría. El indicativo profético relacionado con este acto
relacionado con Jehová, muestra claramente que era un libro inspirado, y que
sus porciones eran citadas por otros escritores, al igual que los Salmos, y
otros profetas más conocidos.
Cuando Esdras compiló y
escribió los libros de las Crónicas después del cautiverio, hizo referencia por
lo menos catorce veces a otras fuentes, como: el “Libro de los Reyes de
Israel”, la “relación de los asuntos de los días del rey David” y el “Libro de
los Reyes de Judá y de Israel”. (1Cr 9:1; 27:24; 2Cr 16:11; 20:34; 24:27; 27:7;
33:18.) Es lógico que parte de estos relatos se narren también en los escritos
llamados posteriormente el libro de los Reyes (primero, segundo etc.). También
se mencionan libros de escritores inspirados anteriores (1Cr 29:29; 2Cr 26:22;
32:32) y registros escritos de otros profetas de Jehová que no están en las
Santas Escrituras inspiradas. (2Cr 9:29; 12:15; 13:22.) Nehemías, por su parte,
se remitió al “libro de los asuntos de los tiempos”. (Ne 12:23.)
Entre los libros
desconocidos de algunos profetas de Jehová se encuentran: "Las crónicas de
Samuel el vidente" (1 Cr 29:29) que no son los libros 1 y 2 Samuel, el "libro del
profeta Natán" (2 Cro 9:29), "el profeta Semaya" (2 Cro 12:15), "el libro del
profeta Iddo" (2 Cro 13:22), "las palabras de Jehú" (2 Cro 20:34), etc.
También volvemos a recordar que en epístolas como en la Primera (?) a los Corintios 5:9 se indica que
por lo menos hubo una carta anterior que desconocemos. Todo lo anterior indica
que existieron más escritos que hoy no tenemos.
Pero, ¿a qué se debe esta
fuga de libros? Una de las razones es que debido al paso de los siglos muchos
desaparecieron, y otros fueron absorbidos por otros (algunas porciones), y
otros tantos sufrieron la censura cuando se seleccionaron los distintos Cannon.
No obstante, algunos dirán: "Pero Dios no permitiría algo así, el que su Palabra fuera
velada" o "Dios solo preservó lo que necesitamos". Sin embargo, el asunto estaría mal enfocado si lo analizáramos así. Los
hechos anteriores muestran que muchos escritos fueron relegados por razones de
importancia social para cada época. La misma Biblia por muchos siglos durante
la Edad Media estuvo ocultada para gran parte de la humanidad (muchos hombres que nacieron y vivieron en el Medioevo nunca supieron de ella), y entonces podríamos habernos preguntado, "por que lo
permitió Dios".
Debemos tener claro que en
la Biblia está la Palabra de Dios, pero tal vez no toda su Palabra, ya que la
Biblia es en realidad un compendio de varios libros inspirados. Sin embargo, no podemos asegurar que el compendio (agrupación de los mismos) y canon final sea un asunto inspirado. Una cosa son los libros internos, y otra quiénes crearon la agrupación de los mismos, de igual forma como aquellos que en épocas muy posteriores insertaron la división de los capítulos y versículos.
Sin embargo, para aquellos que siguen pensando en que Dios no permitiría el retiro de libros importantes en su Canon, les comento que Dios sí permitió el retiro arbitrario de su nombre personal (YHWH) en las mismas Escrituras durante muchos siglos. ¿Por qué Dios no intervino milagrosamente para proteger su nombre de la censura y ocultamiento en algo tan importante como su nombre? Según, la misma lógica, Dios no habría permitido que borraran su nombre personal en la Escrituras, cuando si ocurrió efectivamente.
El error está en suponer que toda la Verdad está revelada de manera dogmática e inalterable. El Creador ha delegado en sus criaturas muchas responsabilidades, y el hombre ha debido administrarlas. Eso sí, se le pedirá cuentas por lo que haya hecho, sobre todo a las Instituciones milenarias que han ocultado la Verdad ya sea con su nombre u otros libros.
Aquí se ve una sutil distinción entre
la mano divina y la mano del hombre que se atrevió a seleccionar esto o
aquello. Esto es algo semejante a lo que el hombre ha hecho con la Creación de
la naturaleza. Dios la ha entregado, pero el hombre ha intervenido
seleccionando (e incluso interviniendo) esto o aquello considerándolo mejor. La misma naturaleza dañada y contaminada refleja que el hombre por lo general distorsiona la Obra de Dios.
De hecho, honestamente hemos de reconocer que fue la Iglesia
Católica Romana la que decretó los libros que debían formar parte del canon bíblico en
el Concilio de Cartago (397 E.C.), donde se formuló un catálogo de libros, lo
cual fue mucho después del tiempo en que supuestamente había cesado la
inspiración divina en el año 99 (apóstol Juan como último escritor). Se habla y
se reconoce el testimonio de catalogadores posteriores no inspirados como
valioso solamente al reconocimiento del canon bíblico. Aún si tuviéramos que
encontrar una fecha más cercana a los apóstoles en relación a la creación de un
compendio final o biblioteca llamada Biblia, solo llegaríamos al siglo II
(fragmento Muratoriano), época en que el cristianismo verdadero ya había
desaparecido como conjunto de la faz de la Tierra. Antes del fin del siglo II
se aceptan los Evangelios, Hechos y 12 cartas del apóstol Pablo. De algunos de los escritos más pequeños se dudaba en ciertas zonas y el Apocalipsis no era aceptado. Esto
probablemente se debía a que por una razón u otra aquellos escritos no habían
circulado mucho al principio, por lo cual les tomó más tiempo ser aceptados
como canónicos e incluirlos en la Biblia final.
Pero ¿por qué no hallamos listas
exactas antes del siglo II como el Fragmento Muratoriano? El hecho, de que no
haya un compendio definido antes del siglo II, indica que había varios libros
en circulación, no existiendo un catálogo final. A medida que la Iglesia fue
adquiriendo más poder, resolvió lo que era malsano y prematuro revelar a las
masas, y así fueron desapareciendo varios libros, crónicas y epístolas.
Incluso críticos como Marción, de a mediados
del siglo II E.C., recién mencionaban la cuestión de qué libros debían aceptar
los cristianos. Marción construyó su propio canon para que cuadrara con sus
doctrinas: tomó solo algunas cartas del apóstol Pablo y una forma “corregida”
del Evangelio de Lucas. Esto, junto con la masa de literatura llamada
“apócrifa” que para entonces se esparcía por todo el mundo, fue lo que llevó a
las declaraciones que hicieron unos catalogadores en cuanto a los libros que
aceptaban como canónicos.
También antes del 397, en el año 325, en el Concilio de Nicea (ratificado en el Concilio de Laodicea en 363), se seleccionaron definitivamente los conocidos 4 evangelios canónicos. Estos cuatro fueron seleccionados como lo mejores de alrededor de ¡sesenta evangelios diferentes! Los textos no escogidos fueron rechazados por la Iglesia como apócrifos y condenados al olvido. Buena parte de los apócrifos, incluso, eran más antiguos que los textos canónicos, y entre los rechazados había escritos atribuidos a apóstoles y figuras tan importantes como Tomás, Pedro, Andrés, Tadeo, Bartolomé, Matatías, Nicodemo, Santiago..., y textos tan influyentes en su época como el Evangelio de los Doce Apóstoles.
También antes del 397, en el año 325, en el Concilio de Nicea (ratificado en el Concilio de Laodicea en 363), se seleccionaron definitivamente los conocidos 4 evangelios canónicos. Estos cuatro fueron seleccionados como lo mejores de alrededor de ¡sesenta evangelios diferentes! Los textos no escogidos fueron rechazados por la Iglesia como apócrifos y condenados al olvido. Buena parte de los apócrifos, incluso, eran más antiguos que los textos canónicos, y entre los rechazados había escritos atribuidos a apóstoles y figuras tan importantes como Tomás, Pedro, Andrés, Tadeo, Bartolomé, Matatías, Nicodemo, Santiago..., y textos tan influyentes en su época como el Evangelio de los Doce Apóstoles.
Es cierto que muchos de los apócrifos contienen grandes distorsiones de los hechos verdaderos y no son confiables. Sin embargo, hemos visto que de forma interna los apóstoles mencionan otras cartas y escritos, los cuales evidente no eran de naturaleza "apócrifa" y que sin embargo, eran confiables. La misma Revelación Juan, que fué tardíamente aceptada en siglos posteriores, nos comenta que en el Futuro habrían "Nuevos Rollos" de revelaciones.