La idea del pueblo elegido
ha causado considerable atraso en la humanidad. Las mil y una religiones en la
tierra claman y se disputan por ser los elegidos de Dios, cada cual cree que es
la única religión verdadera.
La idea del “pueblo
elegido” surgió en el exilio israelita como una respuesta a su cautiverio:
(1075.3) 97:9.27 En
Babilonia los judíos llegaron a la conclusión de que no podían existir como
pequeño grupo en Palestina, con sus propias costumbres sociales y económicas
peculiares, y que, si sus ideologías habían de dominar, debían convertir a los
gentiles. Así se originó su nuevo concepto de destino —la idea de que los
judíos deben ser los servidores elegidos de Yahvé. La religión judía del
Antiguo Testamento evolucionó realmente en Babilonia durante el cautiverio.
Sin embargo, la idea de compartir se estancó en el pueblo judío. Con los siglos el orgullo de “pueblo
elegido” provocó que muy pocos cristianos judíos aceptasen a los gentiles. Por
esa razón el cristianismo terminó divorciándose de su cuna judía. Las cartas de
Pablo lo atestiguan.
El cristianismo primitivo
no pretendía ser una especie de “club exclusivo”. Habían comprendido que “en
toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto”. Además, las diversas
iglesias tenían discrepancias en algunos asuntos. Así, la Iglesia de Antioquia difería
de la de Jerusalén, etc. Esta “libertad en Cristo” no estaba basada en una
agrupación de superioridad teológica o espiritual. Lamentablemente con la uniformidad
implantada por Constantino, el cristianismo se perdió en la oscuridad. Y así
todas las organizaciones religiosas han padecido el problema de creerse “elegidas”.
Los Documentos de Urantia dicen:
(1092.3) 99:6.3 Pero
cuando la religión se vuelve institucionalizada, se limita su poder para el
bien, mientras que las posibilidades del mal se multiplican grandemente. Los
peligros de una religión formalizada son: La fijación de las creencias y la
cristalización de los sentimientos; la acumulación de los intereses
establecidos con un aumento de la secularización; la tendencia a estandardizar
y fosilizar la verdad; la desviación de la religión, del servicio a Dios al
servicio a la iglesia; la tendencia de los líderes a volverse administradores
en vez de ministros; la tendencia a formar sectas y divisiones competitivas; el
establecimiento de una autoridad eclesiástica opresiva; la creación de una
actitud aristocrática de «pueblo elegido»; el fomentar ideas falsas y
exageradas de lo sagrado; la rutinización de la religión y la petrificación de
la adoración; la tendencia a venerar el pasado, ignorando al mismo tiempo las
demandas del presente; la incapacidad de hacer interpretaciones contemporáneas
de la religión; el enredo con las funciones de las instituciones seculares; la
creación de una discriminación maligna en forma de castas religiosas; el
volverse juez intolerante de la ortodoxia; la incapacidad de mantener el
interés de la juventud aventurosa y la pérdida gradual del mensaje salvador del
evangelio de la salvación eterna.
Algunos de estos elementos
aparecen en las organizaciones actuales en menor o mayor grado. La evolución de
las mismas depende de la depuración de estos nocivos estados. Sin embargo, la actitud
aristocrática de «pueblo elegido» aún persiste en las agrupaciones nominales. Y
esto es lamentable.
(1090.4) 99:4.8 El peligro
espiritual más grande del hombre consiste en el progreso parcial, el problema
de un crecimiento a medias: el abandono de las religiones evolucionarias del
temor sin acogerse inmediatamente a la religión revelatoria del amor.
Hay quiénes han abandonado
las religiones evolutivas del temor, y la decepción los ha hecho dudar o negar
al mismo Dios. Han sido tan lastimados que tristemente han perdido la Fe en la
religión revelatoria del amor. Sus críticas y ataques a la religión organizada
son la cosecha de las religiones de la mente.
Pero la verdadera religión
existe. No tiene que ver con la pertenencia externa a un grupo humano, aunque
sus frutos inmediatos son para todos
los humanos. Es tu experiencia interior de conocer a Dios y amar a tu prójimo:
(1091.1) 99:5.2 Recuerda
siempre: la verdadera religión consiste en conocer a Dios como a tu Padre y al
hombre como a tu hermano. La religión no es la creencia esclavizadora en las
amenazas de castigo ni las promesas mágicas de premios místicos futuros.
(1089.11) 99:4.3 La
verdadera religión es una manera significativa de vivir en forma dinámica
frente a frente con las realidades comunes de la vida diaria. Pero si la
religión ha de estimular el desarrollo individual del carácter y aumentar la
integración de la personalidad, no debe ser estandardizada. Si ha de estimular
la evaluación de la experiencia y servir como un señuelo que en sí mismo es un
valor, no debe ser estereotipada. Si la religión ha de promover lealtades
supremas, no debe ser formalizada.
Algún día, las mujeres y
hombres renacidos del Espíritu sembrados en todas las esferas humanas, en todas
las religiones y credos, causarán algo maravilloso:
(1091.6) 99:5.7 Tan
ciertamente como los hombres comparten sus creencias religiosas, crean también
un grupo religioso de algún tipo que eventualmente crea objetivos comunes.
Algún día los religionistas se unirán y efectuarán una verdadera cooperación
sobre la base de una unidad de ideales y objetivos en vez de intentar hacerlo
sobre la base de opiniones psicológicas y creencias teológicas. Los objetivos,
más bien que los credos, deberían unificar a los religiosos. Puesto que la
verdadera religión es asunto de experiencia personal espiritual, es inevitable
que cada religionista individual tenga su propia interpretación personal de la
realización de la experiencia espiritual. Haced que el término «fe» sirva para definir
la relación del individuo con Dios, más bien que la formulación credal sobre lo
que un grupo de mortales ha conseguido ponerse de acuerdo en una actitud religiosa
común. «¿Tienes fe? Entonces tenla contigo».
No se logrará una unión de
credos o una amalgama. Sin embargo, el espíritu del amor a Dios y a los demás
deberá gobernar las relaciones entre las religiones, de ésta forma, religiones
con visiones comunes de hermandad y servicio lograrán ser aportes en la
transformación planetaria.