lunes, 13 de junio de 2016

¿Elementos "sagrados"?

Solo para mentes maduras. En más de una ocasión me pregunté porque la nación de Israel tenía ciertos elementos indicados directamente por Dios, que en realidad parecían verdaderos adminículos casi paganos.

Por ejemplo, se nos habla de las misteriosas piedras Urim y Tumim, que eran muy similares a las runas de otros pueblos. De las ocasiones que se registran en las Escrituras en las que se consultó a Jehová por medio del Urim y el Tumim, parece deducirse que la pregunta estaba formulada de tal manera que bastaba un “sí” o un “no” como respuesta, o, a lo más, una respuesta muy breve y directa. Esto me parece una especie de Quija casi “prehistórica”. Las piedras se arrojaban, y si coincidían las dos caras blancas boca arriba, significaba “sí”; si las dos eran negras, “no”, y si una era negra y otra blanca, no había respuesta. Varios comentaristas bíblicos creen que el Urim y el Tumim eran “suertes sagradas”.

Y esto de “echar suertes” era una costumbre frecuente indicada por el propio Dios de Israel. En la Biblia la costumbre de echar suertes se menciona con relación a la selección de los machos cabríos para Jehová y para Azazel en el Día de Expiación. Se echaron suertes para determinar el orden en que rendirían servicio en el templo las 24 divisiones sacerdotales. El secretario de los levitas escribió los nombres de los cabezas de las casas paternas, y mediante las suertes se iban seleccionando los nombres de acuerdo a un orden establecido. También se asignó de esta manera a los levitas que rendirían servicio en el templo como cantores, porteros, tesoreros, etc.  Después de regresar del exilio, se echaron suertes respecto al suministro de leña para el servicio del templo, así como para designar quién se trasladaría a Jerusalén.

El Dios de Israel mandó que la división de la Tierra Prometida entre las doce tribus se llevase a cabo por sorteo. (Nú 26:55, 56.) El libro de Josué contiene una consideración detallada de la división, y la palabra “suerte(s)” aparece más de veinte veces en los capítulos 14–21. Se echaron suertes delante de Jehová junto a la tienda de reunión, en Siló, y bajo la supervisión de Josué y del sumo sacerdote Eleazar.  Las ciudades levitas también se seleccionaron por sorteo. Hasta la Obra Perspicacia admite  que “Jehová hizo caer la suerte de manera que encajase con su profecía previa sobre la ubicación general de las tribus. (Gé 49.)”.

¿Caer suerte? ¿Por qué el Dios Verdadero si ya tenía profetas u hombres de visiones como conductos tendría que recurrir al supuesto azar para indicar sus propósitos en asuntos tan importantes? ¿Acaso no es condenado el Azar como un asunto negativo? Hasta los apóstoles persisten en esa costumbre tradicional de todo oriente en relación al azar y la suerte. ¿No le parece sorprendente que una aparente religión revelada tuviese aún anclado esos conceptos de supuesta manifestación Divina? Las piedras videntes, las runas y este tipo de elementos de consulta es idéntico en muchas culturas llamadas paganas.

(967.4) 88:1.2 Los primeros fetiches fueron pedregullos con marcas peculiares, y desde entonces el hombre ha buscado las «piedras sagradas»; un hilo de cuentas fue antiguamente un hilo de piedras sagradas, una serie de amuletos.

Otro caso interesante es el asunto del Arca de la Alianza y los Querubines. Los israelitas no fueron los primeros en establecer el prototipo de los ángeles y seres alados. Los sumerios, egipcios y asirios ya tenían con mucha anterioridad imágenes casi idénticas a los querubines.

(969.3) 88:2.5 Moisés, al agregar el segundo mandamiento al antiguo código moral de Dalamatia, hizo un esfuerzo para controlar la adoración de los fetiches entre los hebreos. Indicó cuidadosamente que no se debían hacer imágenes que pudieran ser consagradas como fetiches. Lo expresó claramente: «No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra ni en las aguas de la tierra». Aunque este mandamiento retrasó mucho el arte entre los judíos, también disminuyó la adoración a los fetiches. Pero Moisés era demasiado sabio como para intentar desplazar en forma repentina a los antiguos fetiches, por consiguiente, consintió en colocar ciertas reliquias junto a la ley en el altar combinado de guerra y santuario religioso que fue el arca.

Una lectura cuidadosa de las Escrituras que la humanidad considera sagradas, nos revela que es improbable que el mismo y excelso Dios supremo hubiese mantenido tanto contrasentido al permitir algunos restos de paganismo infiltrados en su sistema religioso. 

Más bien nos damos cuenta que ese sistema religioso llamado religión hebrea fue un sincretismo del genial Moisés quién elaboró muchos de los contenidos atribuidos a Dios, con el fin de hacer una transición a un concepto mejor. Pero esto es la prueba de la religión evolutiva y con algunos tintes de revelación.


Con las épocas posteriores la Humanidad aún no se libera de algunos de éstos elementos, millones persisten en ellos, creyendo en el azar o en las reliquias sagradas. Nosotros tratemos de dejar atrás todos estos elementos primitivos e infantiles de las eras fetichistas de la humanidad. Nuestra meta es la religión revelada interior que nos une al Padre viviente, y no a intermediarios, portavoces, sean éstos hombres, piedras místicas o artefactos sagrados.