”Sigan, pues,
buscando primero el reino y la justicia de [Dios], y todas estas [otras]
cosas les serán añadidas” – Mateo 6:33
Notamos aquí que Jesús nos invita a buscar el reino como si fuese una
experiencia que pudiésemos alcanzar personalmente. Es una búsqueda personal. Lo anterior muestra que el reino no es un mero
gobierno celestial simplemente allá “arriba”. De lo contrario, ¿cómo podríamos buscar algo que ya sabemos que ya está
establecido en los cielos? En cambio, si buscamos
el reino, significa que personalmente
lo podemos encontrar.
Debido a estas dificultades que se vuelven
incompatibles con algunas doctrinas, hay quiénes han cambiado arbitrariamente
la frase y dicen: “poner el reino en primer lugar”, cuando esa frase no aparece
en los Evangelios, como tampoco aquella que habla de “poner en primer lugar los
intereses del reino”. Estas frases no son bíblicas, y también se alejan del
concepto de búsqueda y experiencia enriquecedora personal en torno al reino:
“Sin embargo, busquen continuamente el reino de él,
y estas cosas les serán añadidas” – Lucas 12:31
Notamos como Lucas refuerza el sentido correcto de
que el reino se debe buscar para
encontrarlo en el alma, y tener la seguridad interior de que el Padre nos cuida
y envuelve en su presencia mientras realizamos esa aventura.
Los buscadores del reino son aquellos que con desespero sienten el llamado interior para saciar su alma, buscamos algo, algo trascendental que llene el corazón. Durante gran parte de nuestra vida lo hemos buscado. La religión del Espíritu, la verdadera, conlleva esa búsqueda tenaz de aquello que alguna vez parecía un tesoro perdido. La religión del Espíritu es la más ardua y difícil de todas porque implica sumergirse en esa búsqueda interior para encontrar la gran perla de inmenso valor. Además implica confiar durante ese viaje interior de transformación.
Los buscadores del reino son aquellos que con desespero sienten el llamado interior para saciar su alma, buscamos algo, algo trascendental que llene el corazón. Durante gran parte de nuestra vida lo hemos buscado. La religión del Espíritu, la verdadera, conlleva esa búsqueda tenaz de aquello que alguna vez parecía un tesoro perdido. La religión del Espíritu es la más ardua y difícil de todas porque implica sumergirse en esa búsqueda interior para encontrar la gran perla de inmenso valor. Además implica confiar durante ese viaje interior de transformación.
Jesús sin embargo, muestra que esa búsqueda no es
estéril. Aquellos que han buscado el reino, lo han encontrado, y han ingresado
en él, incluso en esta vida en la carne. Al encontrar el reino, entras en una
dimensión diferente de tu vida. Todo adquiere un nuevo significado y seguridad.
Todo cambia y se transforma y una fuerza benéfica interior te cuida y llena tu
vida. Entras en comunión con el Padre y la influencia de su Amor y dominio te
envuelve en esta vida:
“Pero desde los días de Juan el Bautista hasta
ahora el reino de los cielos es la meta hacia la cual se adelantan con ardor
los hombres, y los que se adelantan con
ardor se asen de él” – Mateo 11:12
El reino de Dios ya era una realidad presente en
los día de Jesús. Y quiénes lo buscan con ardor logran encontrarlo en su
interior, al lograr descubrir con asombro algo maravilloso.
Un estremecimiento interior inenarrable te muestra que una propia parte de Dios te habita. Lo sientes y comprendes. Experimentas que el Padre se comunica contigo. Que su dominio amoroso llega desde lo alto hasta dentro de ti. Y la vida cambia para siempre. Un viaje sin retorno ha comenzado para este Hijo de Dios que encuentra al Padre Celestial.
Un estremecimiento interior inenarrable te muestra que una propia parte de Dios te habita. Lo sientes y comprendes. Experimentas que el Padre se comunica contigo. Que su dominio amoroso llega desde lo alto hasta dentro de ti. Y la vida cambia para siempre. Un viaje sin retorno ha comenzado para este Hijo de Dios que encuentra al Padre Celestial.