lunes, 26 de febrero de 2018

El escape terrestre

Hace pocas semanas Elon Musk volvía a hacer soñar a la Humanidad con la posibilidad de una nueva carrera espacial. Decenas de fotografías y transmisiones en vivo de su coche Tesla viajando por el espacio nos emocionaban como niños.

No me cabe la menor duda que el destino de nuestra civilización (después de superar esta convulsa juventud) estará en las estrellas. 

Lo interesante es que a nivel individual no vamos a tener que esperar muchas décadas o siglos para "salir a las estrellas". Desde un punto de vista realista, todos, cuando fallecemos (lo cual puede ocurrir en cualquier momento), emprendemos literalmente un viaje a las estrellas. Los planetas moronciales efectivamente están en este universo físico, conviven dentro de él, pero poseen una substancia astronómica distinta. Y de ahí su difícil detección, que no obstante, es interpretada como la "energía y materia oscura".

Los Documentos nos describen que en la carrera ascendente tomaremos una especie de "transporte seráfico", el cual nos llevará de mundo en mundo, hasta finalmente ser enserafinados para el gigantesco viaje al universo perfecto y central de Havona, un viaje tan inmenso a la Fuente de la creación, que tendremos que ser adormecidos para cruzar las inmensas distancias a través de los cinturones oscuros y llegar a los mundos aún más perfeccionados de la creación central.

Al contemplar mediante la astronomía la inmensidad del universo, el hombre ya debería comprender e intuir en su corazón que la Tierra es solo su cuna. Las estrellas no están simplemente para adornar la noche. Son también el horizonte de nuestro destino.

Lo es para nosotros como individuos que emprendemos el viaje tras la muerte, y para nosotros como especie, que en ese último caso, de una forma material y más primitiva, emulando al Tesla Roadster de Musk, podremos viajar a las estrellas y más allá...