martes, 12 de junio de 2018

La razón de los milagros de Jesús


La realización de los milagros de Jesús fue una excepción en la Tierra. No estaba contemplado que él realizara dichas acciones. El no deseaba que su gran misión se fundara sobre la base de milagros. Su misión era más bien educativa, y no quería una desviación de la misma a esas “obras poderosas”.  Los Documentos son claros en este punto.

Aunque varios han llegado a las conclusiones anteriores y comparten que la misión fundamental de Jesús era el enseñar, hay quiénes creen que los milagros de Jesús eran un anticipo de lo que él haría en la Tierra a gran escala en el futuro, y que esto era una demostración y vista en miniatura de ese Reino de Dios que él predicaba y que solucionaría las enfermedades y males del mundo. En ese caso, dichos milagros respaldaban públicamente la predicación de ese Reino. No obstante, Jesús constantemente ordenaba que NO se diera publicidad sobre sus milagros (Mateo 12:15,16; Lucas 5:13,14; Marcos 1:43,44). Por lo tanto, más que “prefigurar” algo o ser un condimento para la predicación masiva y pública de Jesús, los milagros cumplieron OTRO propósito. (Evidentemente la Humanidad en la Edad de Luz y Vida sojuzgará las enfermedades).

Un aspecto importante es que prácticamente todos los milagros de Jesús fueron solicitados por las personas que necesitaban ser sanadas o aquellos que eran sus seres cercanos. También Jesús podía leer la intención del Alma, del ser interior, que solicitaba la curación aunque no fuera verbal. Había una búsqueda mediante la Fe e intención de la persona para lograr una evolución en su estado corpóreo. Es así como el relato de Juan 5:3-9 muestra que Jesús solo sana a un hombre enfermo, e ignora a una multitud de enfermos que al parecer no deseaba recurrir a él para su curación. Esto es significativo porque muestra que Jesús no era un milagrero o curandero.

Así que estos milagros representaban un esfuerzo del Alma y un ejercicio de Fe personal del solicitante que maravillosamente se sincronizaba con el deseo del Ajustador de Jesús. Y para las pocas personas reflexivas que tuvieron la oportunidad de ahondar en el mensaje de Jesús, esto constituyó una revelación personal del verdadero carácter de Dios, del Padre Celestial. La razón es que antes de la venida del Hijo del Hombre, padecer una enfermedad era sinónimo de castigo divino y desaprobación celestial. Así aparecía escrito en los libros del Antiguo Testamento:

“Jehová te herirá con tuberculosis y fiebre ardiente e inflamación y calor febril y la espada y abrasamiento y tizón, y estos ciertamente te perseguirán hasta que hayas perecido” – Deut. 28:22

Antes de Jesús, quiénes tuvieran estas afecciones claramente estarían demostrando ante el pueblo que eran pecadores y que Dios los estaba afligiendo. Ser contagiado con éstos males demostraba un castigo divino. Claramente los apóstoles tenían éstas ideas que estaban basadas en los escritos anteriores y eran puramente humanas (Juan 9:1,2).

“Jehová te herirá con locura y pérdida de la vista y aturdimiento de corazón. Y realmente llegarás a ser uno que anda a tientas al mediodía, tal como anda a tientas un ciego en las tinieblas, y no lograrás éxito en tus caminos; y tendrás que llegar a ser tan solo uno que siempre anda defraudado y robado, sin que nadie te salve” – Deut. 28:28,29

Las enfermedades mentales e incluso la ceguera eran males de Dios.

“Jehová te herirá con un divieso maligno sobre ambas rodillas y ambas piernas, del cual no podrás ser sanado, desde la planta de tu pie hasta la coronilla de tu cabeza” - Deut. 28:35

Cómo notamos en éstos pasajes, quiénes tuvieran estas afecciones claramente estarían demostrando ante el pueblo que eran pecadores y que Dios los estaba afligiendo. Todo lo que significaba mala salud y con defectos era considerado indigno de Dios, con una especie de castigo de parte de éste, era sinónimo de alguien indigno espiritualmente. Incluso eran discriminados quiénes participaban en el sistema de adoración al no poderse acercarse a Dios:

“Y Jehová continuó hablando a Moisés, y dijo: “Habla a Aarón, y di: ‘Ningún hombre de tu descendencia durante todas sus generaciones en quien resulte haber un defecto podrá acercarse para presentar el pan de su Dios. En caso de que haya hombre alguno en quien haya defecto, no podrá acercarse: un hombre ciego o cojo o con su nariz hendida o con un miembro demasiado largo,  o un hombre en quien resulte haber una fractura del pie o una fractura de la mano,  o jorobado o delgado o enfermo de los ojos o costroso o que tenga culebrilla o que tenga quebrados los testículos.  Ningún hombre de la descendencia de Aarón el sacerdote en quien haya defecto podrá acercarse para presentar las ofrendas de Jehová hechas por fuego. Hay defecto en él. No podrá acercarse para presentar el pan de su Dios”. – Levítico 21:16-21

Notamos que las personas discapacitadas o con defectos y mala salud quedaban fuera del servicio a Dios, la razón estriba en que parecían ser personas sin la bendición de Dios. Los anteriores son pasajes incómodos que rara vez actualmente son usados en los sermones o discursos semanales, pero eran bien refregados en las comunidades hebreas ya que la enfermedad es una cuestión siempre presente en la humanidad.

 “No obstante, no podrá entrar cerca de la cortina, y no podrá acercarse al altar, porque hay defecto en él; y no debe él profanar mi santuario, porque yo soy Jehová que los está santificando a ellos”. – Levítico 21:23

He aquí una de las grandes reflexiones en las que pocos hemos profundizado. Es en este ambiente social asfixiante que Jesús hace una de las cosas más inéditas y revolucionarias.  Además de su amor y compasión, Jesús demostró la verdadera naturaleza y carácter de Dios al hacer los llamados milagros. Puesto que Dios supuestamente enviaba los males y enfermedades,  Jesús demostró que aquello no era verdad. Y para hacerlo hizo sus magníficas curaciones quitando éstos males con el poder del mismo Dios. Con ésto echaba por tierra siglos de teología errónea y comenzamos a comprender la dinámica del conflicto con los líderes religiosos de Israel que empezaron a verlo como una amenaza.

Jesús enseña superlativamente que Dios solo envía el bien a sus hijos, y realiza éstas curaciones para desterrar siglos de ideas erróneas sobre el Dios Padre. Y deliberadamente sana a los cojos, ciegos, enfermos de angustias y males diversos, ¡aquellos mismos que eran condenados por las maldiciones de Dios! ¡Aquellos impuros que no podían acercarse al Tabernáculo eran tocados y acogidos en su reino por el mismo Hijo Creador del vasto universo! Para aquellas personas que apreciaron estas curaciones, las mismas serían en sí mismas una revelación interior y una enseñanza sobre el mismo Padre.

Porque ésta enseñanza tenía como objeto un beneficio espiritual adicional sobre únicamente la persona beneficiada, y no para una multitud que se desviaría a anhelar meramente los reparos de la aflicción física y solución de los problemas del mundo sin realizar una transformación interior. Por esa razón, Jesús ordenó tantas veces que éstos milagros no tuvieran publicidad, aunque sus deseos fracasaron frecuentemente.

Y hay una razón adicional que también se apoderó del corazón de Jesús para realizar sus milagros. Los Documentos enseñan un asunto que se asoció a esto:

145:3.7 (1632.6) El espectáculo de estos mortales afligidos, hombres, mujeres y niños sumidos en el sufrimiento, debido en gran parte a los errores y malas obras de sus propios Hijos confiados, de la administración del universo, conmovió profundamente el corazón humano de Jesús y puso a prueba la misericordia divina de este benévolo Hijo Creador.

La expresión “debido en gran parte a los errores y malas obras de sus propios Hijos confiados” sin duda se refiere a las administraciones fallidas de Adán y Eva, y como su fracaso nos privó de una naturaleza física resistente a las enfermedades. Más bien, la falta de Adán y Eva provocó que las líneas de descendencia genética se dañaran debido a la disolución prematura de la sangre adanita. Así que Jesús de alguna forma, reparó parcialmente el daño de éstos humanos con éstos problemas físicos y genéticos. Y es altamente posible que éstos humanos regenerados en su ADN ahora contribuyesen positivamente al mundo con sus descendientes. 

Al estudiar los milagros de Jesús, debemos tomar en cuenta todos los factores anteriores asociados, y tener presente que:

145:3.7 (1632.6) Jesús bien sabía que no era posible construir un movimiento espiritual duradero sobre los cimientos de milagros puramente materiales. Se había abstenido constantemente de exhibir sus prerrogativas de creador de acuerdo con su política fijada.

El mensaje de Jesús no puede reducirse a fomentar el anhelo de la solución puramente material de los problemas del mundo. Su misión era y es espiritual. Es la transformación interior de una Humanidad renovada la que activará los cambios posteriores y secundarios.