La
realización de los milagros de Jesús fue una excepción en la Tierra. No estaba contemplado que él realizara
dichas acciones. El no deseaba que su gran misión se fundara sobre la base de
milagros. Su misión era más bien educativa, y no quería una desviación de la
misma a esas “obras poderosas”. Los
Documentos son claros en este punto.
Aunque
varios han llegado a las conclusiones anteriores y comparten que la misión
fundamental de Jesús era el enseñar, hay quiénes creen que los milagros de Jesús
eran un anticipo de lo que él haría en la Tierra a gran escala en el futuro, y
que esto era una demostración y vista en miniatura de ese Reino de Dios que él
predicaba y que solucionaría las enfermedades y males del mundo. En ese caso,
dichos milagros respaldaban públicamente la predicación de ese Reino. No
obstante, Jesús constantemente ordenaba que NO se diera publicidad sobre sus
milagros (Mateo 12:15,16; Lucas 5:13,14; Marcos 1:43,44). Por lo tanto, más que
“prefigurar” algo o ser un condimento para la predicación masiva y pública de
Jesús, los milagros cumplieron OTRO propósito. (Evidentemente la Humanidad en la Edad de Luz y Vida sojuzgará las enfermedades).
Un
aspecto importante es que prácticamente todos los milagros de Jesús fueron solicitados
por las personas que necesitaban ser sanadas o aquellos que eran sus seres
cercanos. También Jesús podía leer la intención del Alma, del ser interior, que
solicitaba la curación aunque no fuera verbal. Había una búsqueda mediante la
Fe e intención de la persona para lograr una evolución en su estado corpóreo.
Es así como el relato de Juan 5:3-9 muestra que Jesús solo sana a un hombre enfermo,
e ignora a una multitud de enfermos que al parecer no deseaba recurrir a él
para su curación. Esto es significativo porque muestra que Jesús no era un milagrero o curandero.
Así que estos
milagros representaban un esfuerzo del Alma y un ejercicio de Fe personal del solicitante que maravillosamente se sincronizaba con el deseo del Ajustador de Jesús. Y
para las pocas personas reflexivas que tuvieron la oportunidad de ahondar en el
mensaje de Jesús, esto constituyó una revelación personal del verdadero carácter
de Dios, del Padre Celestial. La razón es que antes de la venida del Hijo del Hombre, padecer una enfermedad era sinónimo de castigo divino y desaprobación
celestial. Así aparecía escrito en los libros del Antiguo Testamento:
“Jehová
te herirá con tuberculosis y fiebre ardiente e inflamación y calor febril y la
espada y abrasamiento y tizón, y estos ciertamente te perseguirán hasta que
hayas perecido” – Deut. 28:22
Antes de
Jesús, quiénes tuvieran estas afecciones claramente estarían demostrando ante
el pueblo que eran pecadores y que Dios los estaba afligiendo. Ser contagiado
con éstos males demostraba un castigo divino. Claramente los apóstoles tenían éstas
ideas que estaban basadas en los escritos anteriores y eran puramente humanas (Juan 9:1,2).
“Jehová
te herirá con locura y pérdida de la vista y aturdimiento de corazón. Y realmente
llegarás a ser uno que anda a tientas al mediodía, tal como anda a tientas un
ciego en las tinieblas, y no lograrás éxito en tus caminos; y tendrás que
llegar a ser tan solo uno que siempre anda defraudado y robado, sin que nadie
te salve” – Deut. 28:28,29
Las
enfermedades mentales e incluso la ceguera eran males de Dios.
“Jehová
te herirá con un divieso maligno sobre ambas rodillas y ambas piernas, del cual
no podrás ser sanado, desde la planta de tu pie hasta la coronilla de tu
cabeza” - Deut. 28:35
Cómo
notamos en éstos pasajes, quiénes tuvieran estas afecciones claramente estarían
demostrando ante el pueblo que eran pecadores y que Dios los estaba afligiendo.
Todo lo que significaba mala salud y con defectos era considerado indigno de
Dios, con una especie de castigo de parte de éste, era sinónimo de alguien
indigno espiritualmente. Incluso eran discriminados quiénes participaban en el
sistema de adoración al no poderse acercarse a Dios:
“Y Jehová
continuó hablando a Moisés, y dijo: “Habla a Aarón, y di: ‘Ningún hombre de tu
descendencia durante todas sus generaciones en quien resulte haber un defecto
podrá acercarse para presentar el pan de su Dios. En caso de que haya hombre
alguno en quien haya defecto, no podrá acercarse: un hombre ciego o cojo o con
su nariz hendida o con un miembro demasiado largo, o un hombre en quien resulte haber una
fractura del pie o una fractura de la mano,
o jorobado o delgado o enfermo de los ojos o costroso o que tenga
culebrilla o que tenga quebrados los testículos. Ningún hombre de la descendencia de Aarón el
sacerdote en quien haya defecto podrá acercarse para presentar las ofrendas de
Jehová hechas por fuego. Hay defecto en él. No podrá acercarse para presentar
el pan de su Dios”. – Levítico 21:16-21
Notamos
que las personas discapacitadas o con defectos y mala salud quedaban fuera del
servicio a Dios, la razón estriba en que parecían ser personas sin la bendición
de Dios. Los anteriores son pasajes incómodos que rara vez actualmente son
usados en los sermones o discursos semanales, pero eran bien refregados en las
comunidades hebreas ya que la enfermedad es una cuestión siempre presente en la
humanidad.
“No obstante, no podrá entrar cerca de la
cortina, y no podrá acercarse al altar, porque hay defecto en él; y no debe él
profanar mi santuario, porque yo soy Jehová que los está santificando a ellos”.
– Levítico 21:23
He aquí
una de las grandes reflexiones en las que pocos hemos profundizado. Es en este
ambiente social asfixiante que Jesús hace una de las cosas más inéditas y
revolucionarias. Además de su amor y
compasión, Jesús demostró la verdadera
naturaleza y carácter de Dios al hacer los llamados milagros. Puesto que
Dios supuestamente enviaba los males y enfermedades, Jesús demostró que aquello no era verdad. Y
para hacerlo hizo sus magníficas curaciones quitando éstos males con el poder del mismo Dios. Con ésto echaba por tierra
siglos de teología errónea y comenzamos a comprender la dinámica del conflicto
con los líderes religiosos de Israel que empezaron a verlo como una amenaza.
Jesús
enseña superlativamente que Dios solo envía el bien a sus hijos, y realiza éstas curaciones para desterrar siglos de
ideas erróneas sobre el Dios Padre. Y deliberadamente sana a los cojos, ciegos,
enfermos de angustias y males diversos, ¡aquellos mismos que eran condenados
por las maldiciones de Dios! ¡Aquellos impuros que no podían acercarse al
Tabernáculo eran tocados y acogidos en su reino por el mismo Hijo Creador del
vasto universo! Para aquellas personas que apreciaron estas curaciones, las
mismas serían en sí mismas una revelación interior y una enseñanza sobre el
mismo Padre.
Porque ésta
enseñanza tenía como objeto un beneficio espiritual adicional sobre únicamente
la persona beneficiada, y no para una multitud que se desviaría a anhelar
meramente los reparos de la aflicción física y solución de los problemas del
mundo sin realizar una transformación interior. Por esa razón, Jesús ordenó
tantas veces que éstos milagros no tuvieran publicidad, aunque sus deseos
fracasaron frecuentemente.
Y hay una
razón adicional que también se apoderó del corazón de Jesús para realizar sus
milagros. Los Documentos enseñan un asunto que se asoció a esto:
145:3.7
(1632.6) El espectáculo de estos mortales afligidos, hombres, mujeres y niños
sumidos en el sufrimiento, debido en gran
parte a los errores y malas obras de sus propios Hijos confiados, de la
administración del universo, conmovió profundamente el corazón humano de Jesús
y puso a prueba la misericordia divina de este benévolo Hijo Creador.
La
expresión “debido en gran parte a los errores y malas obras de sus propios
Hijos confiados” sin duda se refiere a las administraciones fallidas de Adán y
Eva, y como su fracaso nos privó de una naturaleza física resistente a las
enfermedades. Más bien, la falta de Adán y Eva provocó que las líneas de
descendencia genética se dañaran debido a la disolución prematura de la sangre
adanita. Así que Jesús de alguna forma, reparó parcialmente el daño de éstos
humanos con éstos problemas físicos y genéticos. Y es altamente posible que éstos
humanos regenerados en su ADN ahora contribuyesen positivamente al mundo con
sus descendientes.
Al
estudiar los milagros de Jesús, debemos tomar en cuenta todos los factores
anteriores asociados, y tener presente que:
145:3.7
(1632.6) Jesús bien sabía que no era posible construir un movimiento espiritual
duradero sobre los cimientos de milagros puramente materiales. Se había
abstenido constantemente de exhibir sus prerrogativas de creador de acuerdo con
su política fijada.
El
mensaje de Jesús no puede reducirse a fomentar el anhelo de la solución puramente
material de los problemas del mundo. Su misión era y es espiritual. Es la
transformación interior de una Humanidad renovada la que activará los cambios
posteriores y secundarios.