jueves, 12 de septiembre de 2019

Los castigos de Dios - Introducción



Es importante analizar esta cuestión porque la imagen de Dios, del Padre Universal, y por ende, toda la experiencia espiritual y religiosa humana, se vincula al concepto del Padre y sus manifestaciones.

Durante milenios el hombre adoró y creyó en dioses de aspecto humano, con rasgos humanos y temperamentos humanos. Es así como los dioses eran benevolentes, pero a la vez iracundos. Se emborrachaban, peleaban, eran guerreros, inmorales, caprichosos y cambiantes. No es de extrañar que la conducta de los pueblos que les adoraban estaba llena a modo de imitación de las actitudes de sus deidades.


Por es razón, es vital comprender la auténtica naturaleza de Dios, saber su verdad, porque así como vemos a Dios, miramos al prójimo en la Tierra.

El pueblo hebreo produjo una versión monoteísta y moral de Dios con excelencia. Sin embargo, era un Dios de Justicia y Ley, sancionador y legalista. No es de extrañar que los judíos también crearan un sistema similar de leyes, una formulación de una teología asfixiante que imitaba en la Tierra la conducta del Dios de Israel. Los hebreos se volvieron practicantes de un modo de vida representativo de su visión de Dios.

Durante la Edad Media, y a pesar de la dosis limitada de la influencia de las enseñanzas de Jesús, la Cristiandad asumió una actitud combatiente y expansionista inspirada y justificada en las narraciones bíblicas de la conquista de Canaán, el "derecho divino de los reyes", etc. Las posteriores potencias como Inglaterra y EEUU tenían a fuego grabadas las ideas del "pueblo elegido", destinado a cumplir una misión divina en la Tierra como policía y protector global. Hasta ese punto las concepciones de Dios han influido en nuestra civilización.

Las religiones modernas aún mantienen rezagos de algunos patrones de las religiones anteriores, y más aún, de los orígenes del pensamiento religioso humano. Este está incrustado en nuestra mente profunda y aún tenemos reacciones psicológicas espontáneas a algunos asuntos.

La mente humana al igual que la de los animales es muy reactiva a los estímulos del temor y miedo. Esto le ha ayudado a la supervivencia básica ante los elementos. Lamentablemente la sangre adanita fue poca, y no pudimos estabilizarnos en nuestra genética para evitar la constante preocupación, temor y miedo, que nos acechan como fantasmas permanentes. 


El hombre primitivo tendía (al igual que el moderno) a mantener una zona de confort o estabilidad que le otorgaba la rutina. Así se entraba en una zona de reposo y tranquilidad. Sin embargo, cualquier alteración a la normalidad rutinaria excitaba la mente del salvaje. Hasta un piedra que aparecía repentinamente en medio de un paisaje lleno de verdor era una alteración a la tranquilidad animal de su mente. Un relámpago, un eclipse, un cambio violento en el clima, la explosión de un volcán, un terremoto,  era considerado una manifestación que lo sacaba de esa rutina y era visto como algo sobrenatural, divino. 


Posteriormente el hombre comenzó a realizar conexiones mentales entre dichas situaciones y su vida. Así, la crecida de un río o sequía correspondía a las respuestas de los dioses ante una petición, sacrificio u ofrenda (o lo contrario, una contestación iracunda a una omisión de éstas). Así nació el concepto de expiación y la concesión de favores celestiales, y las opuestas maldiciones, castigos divinos u ataques de fuerzas oscuras. Esto fue degradado a las prácticas fetichistas de la magia, la suerte, la astrología y derivados como causantes de desastres. Y por otro lado llevó al desarrollo de la Providencia en dónde vemos la "mano de Dios" envuelta en manipular los fenómenos de la naturaleza para castigar a los impíos o salvar milagrosamente al grupo humano respectivo. Es así entonces como nacen los castigos de Dios y la providencia Divina. Hasta el día de hoy, algunos ven "señales" divinas en cualquier asunto del orden material. 


Estos temas son ampliamente analizados en los Documentos de Urantia (Documentos 85, 86, 87, 88, 89, 90, 91, 92, etc.)  y son puestos allí, no para darnos una lectura aburrida y cansina de sociología. Más bien, la idea de los Reveladores es que comprendamos el alcance de muchos de éstos asuntos en nuestra propia vida personal, y como eso entorpece nuestro despertar espiritual y encontrar la verdadera felicidad. Solo así podremos sanarnos internamente y abrazar la Religión del Espíritu.


Sí, porque aún somos víctimas a nivel subconsciente del concepto de Moisés sobre la Providencia Divina. Por ejemplo, puede que No culpemos a Dios por nuestras circunstancias teniendo claro conceptualmente que él no causa nuestros problemas (lo cual es un avance positivo), pero sí internamente asociamos que nuestra mala fortuna, fracasos y problemas tienen que ver con una actitud de Dios hacia nosotros, quizás con cierta indiferencia o el permitir que se nos pruebe. Hay una serie de problemas de culpabilidad y frustraciones por no estar dando más para Dios, etc. También puede que ante una avalancha de problemas nos enojemos con Dios al traernos a éste mundo lleno de problemas. Y así como creemos que Dios es con nosotros solemos ser con el resto. El amor y desamor tan frecuente entre nosotros, en nuestras relaciones interpersonales, es el residuo atávico del amor y desamor de Dios hacia nosotros.


El perdón interno y verdadero, el olvidar de corazón y el amor altruista son solo de cartón, un recitario sin la capacidad de experimentarlo en su verdadera realidad. El odio y rencor está aún agazapado y creemos que es justo castigar (o privar de algo equitativo) a los demás de cierta forma. ¿Acaso a nivel subconsciente no se nos enseñó que Dios actúa igual? Así los odios y enojos entre nosotros como seres humanos se mantienen con fuerza. Y no solo estamos enojados con el resto, sino con nuestra propia vida. Solemos tener pensamientos crueles con nosotros mismos, nos castigamos a nosotros, vemos el panorama sombrío y parece que hemos sido colocados por una Providencia misteriosa en el tiempo y en el lugar equivocado para demostrar algo, para una prueba cruel y constante.


Entonces, ¿es o no es importante y sanador para el Alma tener la visión correcta sobre Dios y su trato con el mundo? 


4:5.1 (59.6) La tradición religiosa es el registro imperfectamente preservado de las experiencias de los hombres de pasadas edades que conocían a Dios, pero tales registros no son confiables como guías para la vida religiosa ni como fuentes de verdadera información acerca del Padre Universal. Invariablemente se han alterado estas creencias antiguas por el hecho de que el hombre primitivo era un fabricante de mitos.


4:5.3 (60.2) El pueblo de Urantia sigue padeciendo la influencia de los conceptos primitivos de Dios. Los dioses desencadenados en la tormenta; que hacen temblar la tierra en su cólera, y destruyen a los hombres en su ira; que manifiestan su descontento con carestías e inundaciones —éstos son los dioses de la religión primitiva; no son los Dioses que viven y rigen los universos. Estos conceptos son una reliquia de los tiempos en que los hombres suponían que el universo estaba sujeto a los caprichos y al dominio de estos dioses imaginarios. Pero el hombre mortal está comenzando a darse cuenta que vive en un dominio de relativa ley y orden en lo concerniente a las directrices administrativas y a la conducta de los Creadores Supremos y de los Controladores Supremos.


4:5.7 (60.6) Pero los habitantes de Urantia han de llegar a liberarse de estos antiguos errores y de estas supersticiones paganas respecto de la naturaleza del Padre Universal. La revelación de la verdad acerca de Dios está comenzando a aparecer, y la raza humana está destinada a conocer al Padre Universal en toda esa belleza de carácter y hermosura de atributos que tan magistralmente describió el Hijo Creador que residió en Urantia como el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios.

Sí, es un privilegio tener esta Quinta Revelación que clarifica, ilumina y ata los cabos. Ahora comenzamos la difícil senda de la desintoxicación interior para liberarnos del miedo, las preocupaciones indebidas y comenzar a abrazar al Ajustador residente, al Padre Universal que está con nosotros y nos ama de forma que aún no podemos comprender.