martes, 8 de octubre de 2019

¿Por qué existe el sufrimiento? - un estudio bíblico - parte II

Hay otra causa del sufrimiento y que surge de las mismas criaturas inteligentes. El Padre Universal generosamente ha dotado a sus hijos celestiales y humanos con la libertad de elección (libre albedrío). Este regalo contiene el potencial para que las personas puedan escoger bien o escoger mal. En la misma carta de Santiago que citamos en relación a que Dios no causa el sufrimiento se nos dice sobre este asunto:

“Más bien, cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte” – Santiago 1:14,15

La Biblia declara que uno de los seres espirituales se rebeló contra Dios y arrastró a otros ángeles en su rebelión (Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:11-19; Apocalipsis 12:3,4). Esta criatura espiritual conocida como el Diablo logro que Adán y Eva también le siguiesen en su revuelta contra Dios, los cuales provocaron que la humanidad se viera más expuesta a la muerte con un gran sufrimiento. También las enfermedades comenzaron a asolar a la humanidad.

Muchos seres humanos con sus actitudes egoístas y autodestructivas han aumentado el sufrimiento mediante guerras, delincuencia, saqueo, y muchos problemas sociales como las familias rotas y desorden moral. Incluso un solo malvado puede causar gran destrucción aunque existan muchos buenos:

 “La sabiduría es mejor que los útiles de pelear, y simplemente un solo pecador puede destruir mucho bien” – Eclesiastés 9:18.

Cómo notamos, las personas se han causado sufrimiento a sí mismas y a los demás mediante el utilizar de forma equivocada el don del Libre Albedrío. Por lo tanto, tampoco en los problemas humanos Dios es el causante del sufrimiento.

En ocasiones los dos aspectos que causan el sufrimiento se conjugan y se mezclan, lo que aumenta mayormente el dolor. Por ejemplo, tras un desastre natural, la mala administración y los abusos de los mismos seres humanos agrava el sufrimiento y lo prolonga de forma innecesaria. Esto particularmente ocurre en nuestro mundo. Por ejemplo, en África las condiciones adversas de las sequías son agravadas por la guerra civil, lo cual causa más muertes prematuras y hambrunas de niños e inocentes.

Ahora bien, la Biblia nos muestra como podemos enfrentar el sufrimiento y cual debe ser nuestra actitud ante éstas circunstancias. 

“En este hecho ustedes están regocijándose en gran manera, aunque ahora, por un poco de tiempo, si tiene que ser, han sido contristados por diversas pruebas, a fin de que la cualidad probada de su fe, de mucho más valor que el oro que perece a pesar de ser probado por fuego, sea hallada causa de alabanza y gloria y honra al tiempo de la revelación de Jesucristo”. – 1 Pedro 1:6,7

Cuando el sufrimiento es experimentado puede endurecer para el mal a una persona (creando odio, agresión y venganza), o puede generar en ella las mejores cualidades humanas posibles (paciencia, compasión, altruismo y bondad). Se le llama un refinador que somete al fuego la fe, que es más valiosa que el mismo oro. Esta actitud hacia el sufrimiento la experimentó hasta Cristo mismo:

“Mirando atentamente al Agente Principal y Perfeccionador de nuestra fe, Jesús. Por el gozo que fue puesto delante de él aguantó un madero de tormento, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios” – Hebreos 12:2

“Considérenlo todo gozo, mis hermanos, cuando se encuentren en diversas pruebas,  puesto que ustedes saben que esta cualidad probada de su fe obra aguante.  Pero que el aguante tenga completa su obra, para que sean completos y sanos en todo respecto, sin tener deficiencia en nada”. – Santiago 1:2,3

La Biblia reitera muchas veces que el sufrimiento es una especie de refinador en nosotros, nos vuelve más humanos, misericordiosos, compasivos, nos hace fuertes, y puede sacar lo mejor de nosotros en medio de la adversidad. Es como cuando el oro es purificado en un horno, la escoria que lo rodea se desprende y éste brilla con fulgor (Isaías 48:10,11; Deut. 8:2).

“Entonces, al ir pasando, vio a un hombre ciego de nacimiento.  Y sus discípulos le preguntaron: “Rabí, ¿quién pecó: este hombre, o sus padres, para que naciera ciego?”.  Jesús contestó: “Ni este hombre pecó, ni sus padres, sino que fue para que las obras de Dios se pusieran de manifiesto en su caso. Tenemos que obrar las obras del que me envió mientras es de día; la noche viene cuando nadie puede trabajar.  Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo”.  Después de decir estas cosas, escupió en la tierra e hizo barro con la saliva, y puso su barro sobre los ojos [del hombre]  y le dijo: “Ve a lavarte en el estanque de Siloam” (que se traduce ‘Enviado’). Y él se fue, pues, y se lavó, y volvió viendo”. – Juan 9:1-7

Notamos que el hombre ciego padecía su sufrimiento no debido a un pecado heredado ni a una maldición divina. Más bien, la existencia de su sufrimiento era “para que las obras de Dios se pusieran de manifiesto en su caso”. En otras palabras, el sufrimiento es una oportunidad para manifestar el poder de Dios en proporción de acuerdo a nosotros. En el caso de ese hombre, significó una manifestación del poder del Cristo. En nuestro caso en muchas ocasiones, tiene que ver con hacer brillar nuestras mejores cualidades, algunas de las cuales son casi heroicas ante la adversidad. En medio de la mayor oscuridad, podemos hacer brillar nuestra más grande luz. Somos “luz del mundo” mientras estamos en este mundo que tiene la potencialidad de la oscuridad, el error y el sufrimiento.  Por ejemplo, sobre su “espina en la carne”, Pablo dijo:

Tocante a esto, tres veces supliqué al Señor que esta se apartara de mí;  y, con todo, él realmente me dijo: “Mi bondad inmerecida es suficiente para ti; porque [mi] poder está perfeccionándose en la debilidad”. Por eso muy gustosamente prefiero jactarme respecto de mis debilidades, para que el poder del Cristo permanezca como tienda sobre mí. Por lo tanto me complazco en debilidades, en insultos, en necesidades, en persecuciones y dificultades, por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy poderoso”. – 2 Corintios 12:8-10

Notamos que en el caso de Pablo, la dificultad que le causaba sufrimiento no se retira milagrosamente, sino que el poder de Dios “se perfecciona en la debilidad”. Esto hace que la grandeza de Dios more en lo más humilde, en lo más frágil y débil,  y nos proporcione aguante, gozo y fuerza en situaciones en las cuales muchas veces desfalleceríamos. Esto nos enseña que Dios no nos quita los problemas, pero nos cubre y ayuda perseverar ante ellos de forma titánica y heroica.

Sin embargo, tenemos este tesoro en vasos de barro, para que el poder que es más allá de lo normal sea de Dios y no el que procede de nosotros.  Se nos oprime de toda manera, mas no se nos aprieta de tal modo que no podamos movernos; nos hallamos perplejos, pero no absolutamente sin salida;  se nos persigue, pero no se nos deja sin ayuda; se nos derriba, pero no se nos destruye.  Siempre aguantamos por todas partes en nuestro cuerpo el tratamiento mortífero que se dio a Jesús, para que la vida de Jesús también se haga manifiesta en nuestro cuerpo. Porque a nosotros los que vivimos se nos está poniendo siempre cara a cara con la muerte por causa de Jesús, para que la vida de Jesús también se haga manifiesta en nuestra carne mortal”. – 2 Corintios 4:7-11

El mismo gozo, tranquilidad y entereza que tuvo Jesús al enfrentarse al sufrimiento, es otorgado a los Hijos de Dios, y es mediante esta manifestación de poder como el sufrimiento será derrotado en el mundo (Romanos 8: 18-22). Entonces se cumplen en nosotros las palabras del Maestro en torno al sufrimiento y la felicidad (Mateo 5:4,10-12). Cuando asumimos el sufrimiento de esta vida temporal con ésta actitud de gozo y entereza, podemos contagiar al mundo y sanarlo de sus heridas, siendo luz del mundo y orientando a las personas a tener una perspectiva equilibrada del dolor porque “los sufrimientos de la época presente no son de ninguna importancia en comparación con la gloria que va a ser revelada en nosotros” (Romanos 8:18).

También sabemos que la rebelión del Diablo planteó algunas cuestiones ante el universo que serán contestadas finalmente cuando la rebelión termine. Por ejemplo, la integridad humana por amor a Dios (Job 1:7-11). En estos miles de años muchos hombres y mujeres fieles han demostrado su lealtad a Dios (Hebreos 11). Así que en el futuro, las personas tendrán evidencia clara que un curso de rebelión contra Dios puede traer más desastre y que los malvados desaparecerán con el paso del tiempo como la hierba verde (Salmos 37:1,2).