4:2.5
(57.2) Dios no está personalmente presente en la naturaleza ni en cualesquiera
de las fuerzas de la naturaleza, porque el fenómeno de la naturaleza es la
sobreimposición de las imperfecciones de la evolución progresiva y, a veces, de
las consecuencias de rebeliones insurreccionales sobre los cimientos
paradisiacos de la ley universal de Dios. Tal como aparece en un mundo como
Urantia, la naturaleza no puede ser nunca la expresión adecuada ni la
representación verdadera ni el fiel retrato de un Dios omnisapiente e infinito.
4:2.6 (57.3) La naturaleza, en vuestro mundo, es una
cualificación de las leyes de la perfección por los planes evolutivos del
universo local. ¡Qué farsa adorar la naturaleza porque en un sentido limitado,
cualificado, está penetrada por Dios; por ser una fase del poder universal y
por lo tanto divino! La naturaleza también es una manifestación inconclusa e
incompleta de las elaboraciones imperfectas del desarrollo, crecimiento y
progreso de un experimento universal de evolución cósmica.
4:2.7 (57.4) Los defectos aparentes del mundo natural
no son indicios de ningún defecto correspondiente en el carácter de Dios. Más
bien las imperfecciones que se observan son meramente las inevitables y momentáneas
interrupciones en la proyección de una película infinita. Son estas mismas
interrupciones-defectos de la continuidad-perfección las que permiten que la
mente finita del hombre material obtenga una visión fugaz de la realidad divina
en el tiempo y en el espacio. Las manifestaciones materiales de la divinidad
parecen defectuosas en la mente evolutiva del hombre, sólo porque el hombre
mortal persiste en visualizar los fenómenos de la naturaleza a través de los
ojos naturales, por medio de la visión humana sin la ayuda de mota morontiana
ni de la revelación, su sustituto compensatorio en los mundos del tiempo.
El universo material aún no está concluido. Está en ajuste y calibración hacía una meta de perfección. Por eso hay estallidos estelares, fragmentos meteóricos que circundan por el espacio, erupciones solares, ajustes climáticos, erupciones volcánicas y movimientos en la corteza terrestre. Así que los desastres naturales son momentáneas interrupciones de una película más grande. Porque si observamos todo desde un cuadro más amplio, notamos que son puntuales y fugaces. No ocurren terremotos todos los días de tal forma que la vida fuese imposible de existir. Más bien, duran pocos minutos cada ciertas décadas en diferentes latitudes.
De hecho, si aislamos las estructuras humanas, sobrevivir a un terremoto puede ser más fácil. Son las construcciones mal realizadas las que causan mayores muertes. En países más sismo-resistentes los desastres causan pocas o ninguna muerte, a diferencia de los países sin éstas normas constructivas, en donde las víctimas son cientos de miles. Así, el conocimiento y sabiduría humana hace que la naturaleza y sus breves interrupciones que causan sufrimiento sean aminoradas.
Así que hemos de tener una correcta perspectiva sobre ésta primera causa del sufrimiento: La existencia de un universo aún en ajuste y en calibración, y como los seres humanos se colocan frente a la naturaleza en una especie de colisión carente de sabiduría sin esquivar estas interrupciones de la película infinita del Propósito de Dios para terminar de edificar su universo.