Sin embargo, como he señalado en muchas entradas pasadas, podemos comprobar la declaración de los Documentos en torno a que el capítulo 24 de Mateo y sus similares en Lucas y Marcos contienen muchos elementos insertados posteriormente por otro redactor:
- La evidencia de los fragmentos lo demuestra.
- La evidencia interna del redactor señalando al Libro de Daniel para los lectores judíos, mientras que Lucas lo omite.
- El asociar la Gran Tribulación (judía ya que no se habla de "dos grandes tribulaciones" en el texto) con el regreso del Hijo del Hombre, una visión común en la apocalíptica judía (Daniel, Enoc, etc.). Jesús ciertamente no volvió al tiempo de la gran tribulación judía.
Cómo he mencionado, en entradas pasadas hemos comprobado la declaración de los Documentos:
176:2.8 (1915.5) De todos los discursos que pronunció el Maestro a sus apóstoles, ninguno resultó nunca tan confuso en la mente de ellos como éste, pronunciado ese martes al anochecer en el Monte de los Olivos, referente al doble tema de la destrucción de Jerusalén y del segundo advenimiento del Maestro. Hubo por lo tanto poco acuerdo entre los relatos escritos subsiguientes, basados en los recuerdos de lo que había dicho el Maestro en esta extraordinaria ocasión. Como quedaron muchas lagunas en lo que posteriormente fue escrito sobre lo dicho este martes por la noche, surgieron muchas tradiciones; y muy pronto, en el segundo siglo, un escrito apocalíptico judío sobre el Mesías, originado por un tal Selta, empleado en la corte del emperador Calígula, fue enteramente copiado en el Evangelio según Mateo y posteriormente agregado (en parte) a los registros de Marcos y Lucas. Fue en estos escritos de Selta en los que apareció la parábola de las diez vírgenes. Ninguna parte del escrito evangélico sufrió nunca de la tergiversación tan desconcertante como sufrieran las enseñanzas de esta noche. Pero el apóstol Juan nunca se confundió de esta manera.
El elemento del "Diluvio" en el relato sin duda debe provenir de éstas palabras de Jesús:
176:1.4 (1913.3) Entonces preguntó Andrés: «Pero, Maestro, si la ciudad santa y el templo han de ser destruidos, y si tú no estarás aquí para guiarnos, ¿cuándo debemos abandonar Jerusalén?» Dijo Jesús: «Podéis permanecer en la ciudad después que yo me haya ido, aun a través de estos tiempos de congoja y persecución amarga, pero cuando veáis que Jerusalén está siendo rodeada por los ejércitos romanos después de la revuelta de los falsos profetas, entonces sabréis que su desolación está por llegar; entonces debéis huir a las montañas. Que nadie de los que están en la ciudad y a su alrededor se quede para tomar nada, y que nadie de los que están afuera se atreva a entrar. Habrá gran tribulación porque esos serán los días de la venganza gentil. Una vez que vosotros hayáis abandonado la ciudad, este pueblo desobediente caerá por la espada y será cautivo de todas las naciones; así destruirán los gentiles la ciudad de Jerusalén. Mientras tanto, os advierto, no os engañéis. Si alguien viene a vosotros diciendo: ‘Mirad, aquí está el Libertador’, o ‘Mirad, allí está él’, no le creáis, porque surgirán muchos falsos maestros y muchos serán conducidos por el camino erróneo; pero vosotros no debéis engañaros porque os he dicho esto por adelantado».
Posteriormente
esa misma noche, y después de explicar
que no debían asociar los sucesos terrestres con su retorno, Jesús les volvió a
aconsejar:
176:3.2 (1916.2) Puesto que vuestras vidas han sido vividas en el espíritu y para el Padre, nada puede ser una preocupación seria para vosotros. Los constructores del reino, los ciudadanos acreditados de los mundos celestiales, no se molestan por los altibajos temporales ni se perturban por los cataclismos terrestres. ¿Qué importancia tiene, para vosotros que creéis en este evangelio del reino, de que caigan las naciones, que termine la era, que todas las cosas visibles se destruyan? en vista de que sabéis que vuestra vida es el don del Hijo, y que está eternamente segura en el Padre. Habiendo vivido la vida temporal por la fe y habiendo rendido los frutos del espíritu en forma de la rectitud que se manifiesta en servicio amoroso para con vuestros semejantes, podéis contemplar con confianza el próximo paso en la carrera eterna, con la misma fe de sobrevivencia que os ha llevado a través de vuestra primera y terrenal aventura en la filiación con Dios.
176:3.2 (1916.2) Puesto que vuestras vidas han sido vividas en el espíritu y para el Padre, nada puede ser una preocupación seria para vosotros. Los constructores del reino, los ciudadanos acreditados de los mundos celestiales, no se molestan por los altibajos temporales ni se perturban por los cataclismos terrestres. ¿Qué importancia tiene, para vosotros que creéis en este evangelio del reino, de que caigan las naciones, que termine la era, que todas las cosas visibles se destruyan? en vista de que sabéis que vuestra vida es el don del Hijo, y que está eternamente segura en el Padre. Habiendo vivido la vida temporal por la fe y habiendo rendido los frutos del espíritu en forma de la rectitud que se manifiesta en servicio amoroso para con vuestros semejantes, podéis contemplar con confianza el próximo paso en la carrera eterna, con la misma fe de sobrevivencia que os ha llevado a través de vuestra primera y terrenal aventura en la filiación con Dios.
La
expresión griega “cataclismos” puede traducirse Diluvios o viceversa. Jesús no negó que los discípulos futuros podrían enfrentarse a crisis civilizatorias (como las que vivimos).
Sin duda,
aquellos que recordaron éstos dichos de Jesús fundieron los elementos de los dos párrafos anteriores: El Huir (de Jerusalén) con los cataclismos (diluvios): La destrucción por venir con
la historia de Noé (y Lot). Y sin duda se explayaron más allá hablando de Noé, tal como intentaron asociar las palabras de Jesús a lo que había escrito Daniel sobre la "abominación desoladora".
Cuando hacemos una lectura científica del Evangelio de Mateo notamos un poco de ese caso narrativo que refleja la confusión del escritor y que intentó aglutinar los datos del extenso discurso de Jesús. Por ejemplo, Lucas señala que el Fin “no sucede inmediatamente” tras las guerras y sucesos. Entonces lo asocia con los falsos profetas. Es como si precisamente estos asuntos no deben ser usados para relacionar directamente el regreso de Micael.
Cuando hacemos una lectura científica del Evangelio de Mateo notamos un poco de ese caso narrativo que refleja la confusión del escritor y que intentó aglutinar los datos del extenso discurso de Jesús. Por ejemplo, Lucas señala que el Fin “no sucede inmediatamente” tras las guerras y sucesos. Entonces lo asocia con los falsos profetas. Es como si precisamente estos asuntos no deben ser usados para relacionar directamente el regreso de Micael.
Luego Mateo y Lucas hablan de los
ejércitos romanos, la tribulación judía, y finalmente se habla del retorno de
Micael. Notamos claramente que la parte final, intenta representar una
respuesta pero es claramente la interpretación del escritor de desear asociar
el retorno de Micael a los sucesos terrestres, y para eso se apega fuertemente a
las declaraciones de la apocalíptica judía.
Recordemos que éste redactor ya
estaba interpretando las palabras de Jesús con el Libro de Daniel en la mano, y
es evidente que lo usó (junto a otros como el Libro de Enoc) para intentar
explicar su visión del retorno de Jesús, conectándolo con la gran tribulación
judía.
Y debido a que esto no ocurrió, el Evangelio de Juan no menciona nada
sobre éste tema.