martes, 5 de mayo de 2020

Los nuevos fantasmas

Hay algo maravilloso en el ser humano. El hombre es una semilla en sí mismo dotado de creatividad, poderes imaginativos y sueños. Esto no es un accidente. Ha sido dotado con este poder por el mismo Creador, el Padre Universal,  para un propósito futuro en las edades cósmicas, donde el hombre glorificado y desarrollado como Hijo pleno de Dios, podrá colaborar en la conclusión creativa del Universo Maestro.

Ese potencial, esa semilla contenida al interior del hombre, a veces lo notamos en las amplias manifestaciones artísticas y en la confección de la publicidad y el ingenio humano. Pero además en esta etapa (en su cuna terrestre), el hombre aún posee características animales en su ADN, que lo atan al temor paralizante y esclavizante. Entonces su imaginación creativa muchas veces es utilizada para crear también el espejismo de los monstruos que agitan la mente sensible y soñadora del hombre.

El Libro de Urantia dedica varios Documentos (Documentos 85, 86, 87, 88, 89, 90, 91, 92) a analizar estos aspectos de la mente y las creencias humanas. Y no lo hace para darnos una cátedra de sociología o antropología. En ellos, se encuentra una exposición hacia la verdad, con el objeto de contribuir a la liberación gradual de las mentes humanas, la liberación de los mitos, fetiches y creencias esclavizantes que desvían el potencial creativo del hombre a una creación negativa de su imaginación hacia entes o poderes malignos, que son un espejismo de su propia mente creativa llevada en una dirección asociada al miedo animal.

88:1.1 (967.3) El hombre primitivo siempre quería transformar todo suceso extraordinario en un fetiche; el azar dio, por consiguiente, origen a muchos fetiches. Un hombre está enfermo, sucede algo, y se mejora. Lo mismo ocurre con la reputación de muchos remedios y métodos empíricos de tratar las enfermedades.

Las enfermedades y epidemias al ser acontecimientos fuera del orden cotidiano fueron asociadas rápidamente a causas sobrenaturales. Los espíritus y dioses traían estos males sobre el pueblo. La mente del hombre primitivo pronto era agitada por ésta creencia en fantasmas. Hoy tenemos nuevos "fantasmas" modernos pero tan esquivos e invisibles como los antiguos: sociedades secretas e illuminatis que traen el mal sobre el hombre.

Este proceso de endiosamiento de ciertos seres humanos como agentes casi sobrenaturales también es atávico:

88:1.10 (968.5) Mucha gente consideraba que los genios eran personalidades fetiche poseídas por un espíritu sabio. Y estos seres humanos talentosos aprendieron pronto a usar el engaño y el soborno para fomentar sus propios intereses egoístas. Un hombre fetiche se consideraba más que humano. Era divino, aun infalible. Así pues los caciques, reyes, sacerdotes, profetas y líderes de la iglesia, finalmente tuvieron gran poder y ejercieron una autoridad sin límites.

Es el hombre el que da el poder a estos individuos mediante crear en su mente a estos agentes dándoles en su imaginación poder sobrenatural irreal. Esto ha ocurrido desde tiempos ancestrales. Hoy se crean en la imaginación colectiva nuevos chamanes y brujos que de pronto salen a afligir a los pueblos. De la misma forma como las brujas salían en sus escobas durante la noche a plagar de males de ojo a las aldeas, así los nuevos brujos plagan a la humanidad con sus pandemias.

88:2.7 (969.5) En los tiempos antiguos la palabra fetiche de la autoridad era una doctrina que inspiraba temor, el tirano más terrible que esclaviza al hombre. Un fetiche doctrinal lleva al hombre mortal a traicionarse a sí mismo, cayendo en las garras de la mojigatería, el fanatismo, la superstición, la intolerancia y la más atroz de las crueldades bárbaras. El respeto moderno por la sabiduría y la verdad es tan sólo un escape reciente de la tendencia a fabricar fetiches hasta los niveles más altos del pensamiento y del razonamiento.

El problema de la creación de éstos nuevos monstruos es que esclavizan la mente humana, la agitan y la llevan a las aguas de fanatismo desastroso, de la superstición moderna.

88:3.4 (970.5) Las insignias de la autoridad sacerdotal y real fueron finalmente consideradas fetiches, y el fetiche del estado supremo ha pasado a través de muchas etapas de desarrollo, de los clanes a las tribus, del señorío feudal a la soberanía, de los tótemes a las banderas. Los reyes fetiches han gobernado por «derecho divino», y muchas otras formas de gobierno se han prevalecido.

Hoy los entes que dirigen las naciones, las elites que existen son reales y son oportunistas. al igual que los sacerdotes de antaño que asustaban al pueblo. Es útil quizás para ciertos grupos de poder crear o fabricar imágenes engrandecidas de individuos dotándoles de poderes que realmente no tienen.

El Evangelio del Reino tiene como objeto precisamente liberar al hombre de éstos antiguos temores ancestrales.