sábado, 9 de mayo de 2020

Sobre el origen del coronavirus reciente

Deseo cerrar el tema sobre ésta pandemia y su origen. He analizado la evidencia de ambas partes, y me he dado el trabajo de leer los papers científicos (en inglés) que exploran el origen de la cepa actual del virus.

En primer lugar (y tal como he leído alguna vez en determinados folletos de la página JW) NO existen las llamadas "formas simples" de vida. Por ejemplo, aunque una bacteria o virus sea muy pequeño, su complejidad es tan asombrosa que podría compararse a una fabrica sofisticada. El hecho de que los virus capturen la maquinaria celular y la reprogramen para "clonar" más virus a raíz de la misma célula demuestra la gran complejidad de éstos "organismos" invisibles al ojo humano.

Pero es la naturaleza la campeona en complejidad creativa y no el ingenio humano con la ingeniería genética aún en pañales.

"El SARS-CoV-2 no es un virus artificial, sino que ha surgido por selección natural a partir de otros del género Betacoronavirus, dentro de la familia Coronaviridae. Su genoma (una cadena de ARN de unos 29 900 nucleótidos de longitud) muestra diferentes porcentajes de similitud de secuencia con respecto a los otros seis coronavirus humanos conocidos.

Los análisis de las secuencias genómicas muestran que, como los demás coronavirus humanos, SARS-CoV-2 es también de origen animal.

Dichas mutaciones, y sobre todo la inserción de cuatro aminoácidos en un lugar concreto de su estructura, no podrían haber sido predichas por ningún científico a partir de los datos genómicos previamente conocidos. De hecho, el genoma del SARS-CoV-2 ni siquiera contiene los “rastros” que dejarían atrás las técnicas usadas para hacer ingeniería genética en el virus.

Además, se ha comprobado que la interacción entre esta proteína de las espículas del SARS-CoV-2 y el receptor celular (nuestra proteína de membrana llamada ACE2) no se produce según sería esperable de un proceso “diseñado” para optimizar el contacto y, por tanto, para tratar de generar un virus más eficiente infectándonos.


A diferencia de cómo trabajan los ingenieros (sean industriales o genéticos), la evolución biológica no va en busca de la “perfección” o la “optimización” sino que hace bricolaje con lo disponible: las soluciones que adopta no son las óptimas, sólo aquellas suficientemente viables en cada caso como para seguir avanzando. Este es un buen ejemplo de ello.
Por tanto, no es defendible que uno de esos “científicos locos” de las malas películas de ficción hubiese sido capaz de idear (y, mucho menos, sintetizar) un virus como el SARS-CoV-2. De hecho, esta es una curiosa característica de los conspiranoicos: desprecian toda evidencia que les llega desde la ciencia, pero a la vez nos otorgan a los científicos unas capacidades extraordinarias, como sería la de construir un nuevo virus en el laboratorio.
Por el contrario, la naturaleza sí sabe hacerlo cuando dispone del tiempo suficiente y se produce un contacto estrecho entre distintas especies animales con la frecuencia necesaria". - Juli Peretó (Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular e investigador del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas I2SysBio (Universitat de València-CSIC), Universitat de València). 
"Si se tratara de una construcción de laboratorio, se tendría que haber utilizado un virus previamente conocido como plantillaEl virus más cercano al SARS-CoV-2 es un virus de murciélago que fue secuenciado después de que comenzó la pandemia. Además, ese virus de murciélago es solo un 96% similar al SARS-CoV-2. No es posible completar esa distancia genética (4%) en un laboratorio". - (Kristian Andersen, infectólogo californiano).
Podríamos sospechar y entender que ese 4% que falta es la inserción hecha en un laboratorio para crear el nuevo coronavirus. Sin embargo, y tal como ya se expresó más arriba, las cosas no son tan sencillas. El material genético es sumamente complejo incluso en éstos virus. 
En el Wuhan Institute of Virology sí se ha trabajado con el coronavirus de murciélago BatCoV RaTG13 que citábamos anteriormente. Pero, tal como ha indicado en un comunicado del 16 de abril el eminente virólogo Edward H. Holmes (investigador de la Universidad de Sídney, Australia, y autor de varios artículos sobre el origen del SARS-CoV-2), dada la gran distancia genética ya comentada resulta evidente que este virus de murciélago no puede ser el antecedente directo del que está produciendo la pandemia de COVID-19. De forma muy gráfica Rasmus Nielsen, genetista de la Universidad de California en Berkeley, ha indicado en su cuenta de Twitter que ambos virus son “tan similares entre sí como una persona y un cerdo”.
En otras palabras, solo el 4% causa la gran diferencia. Los científicos tendrían que tener la capacidad de crear una nueva especie de animal, lo cual les otorgaría "capacidades extraordinarias" y "divinas" a los científicos. 
Pero lo real es que cada año se descubren miles de nuevas especies animales y vegetales que no se habían descubierto.
Es por eso mismo que la misma naturaleza da evidencia de la aparición de nuevas formas de vida. A un nivel más cercano, cada uno de nosotros es producto de la recombinación genética de las células de nuestros padres, y ésto mismo es una prueba de la capacidad de la misma naturaleza de "crear" combinaciones y recombinaciones genéticas.
Se cree que ese 4% faltante es producto de la adición genética de pangolines, recombinado con el material de los murciélagos y hasta con la adición humana. Cuando los virus se replican utilizan la misma maquinaria celular de los huéspedes. Eso añade material genético diferente a los nuevos clones que tras generaciones van sufriendo mutaciones. También se está buscando una especie genética adicional que haya  prestado material genético al Coronavirus reciente. Ya se cree que el linaje del SARS-CoV-2 podría haberse separado de los coronavirus de murciélago conocidos hace al menos 40 años. Esto habría sido en reservorios naturales por un periodo de tiempo considerable.
En el Wuhan Institute of Virology se dedican a explorar cuevas de muerciélagos y reservorios de animales para anticipar respuestas ante futuras epidemias. Si hay algo en que podría acusarse a China, es que ellos ya sabían mucho antes de la existencia de ésta cepa en la naturaleza, y ya la habían detectado y aislado. La conspiración verdadera sería el ocultar información sensible a occidente, creyendo que podrían controlar la situación cuando se provocó la explosión del virus. Si ésto fue por una negligencia y ocultamiento político (como Chernobyl) es más posible,  que una fabricación del virus o la creación de un arma biológica.
Sobre la acusación sobre que el virus fue fabricado con elementos del virus del SIDA, también es un asunto sin fundamento y utiliza información simplista. Muchos virus, incluyendo los coronavirus, el VIH y el virus del resfriado común, contienen fragmentos genómicos similares adquiridos en algún momento lejano de su pasado evolutivo, pero esto no tiene nada de extraordinario. En apariencia externa, una ballena puede parecerse a un tiburón-ballena, pero en su genética más profunda, ambos son diferentes.
"Por otra parte, incluso suponiendo que fuera cierta la idea del escape desde ese laboratorio (o desde cualquier otro), con ello no se estaría diciendo nada acerca del origen evolutivo del SARS-CoV-2. Por todo lo comentado más arriba parece imposible que el virus fuera artificial. Si su origen es natural nos encontraríamos de nuevo en el punto de partida.
Esa postura es parecida a la de quienes, en el ámbito de la investigación sobre origen de la vida, mantienen que microorganismos ya completamente formados llegaron a nuestro planeta hace unos 4 000 millones de años a bordo de meteoritos o núcleos cometarios: tal hipótesis, conocida como “litopanspermia”, no responde a las preguntas sobre el origen de la vida, sino que simplemente las cambia de lugar. Lo que es peor, se convierte en un problema intratable por la ciencia, indistinguible del creacionismo". - Juli Peretó (Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular e investigador del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas I2SysBio (Universitat de València-CSIC), Universitat de València).
Así que con lo que sabemos, FABRICAR un virus como el coronavirus actual se queda sumamente grande incluso para las mentes científicas. Hasta ahora no hemos sido capaces de fabricar ninguna especie vegetal o animal nueva, a lo más, podemos estimular la creación de híbridos o mestizos mediante la estimulación sexual (cuando creamos "razas" mestizas de perros, etc.), pero lo que se está haciendo realmente es forzar recombinaciones para que la misma naturaleza se encargue de hacer esos ensambles (incluso cuando se hace in vitro). En muchos casos eso no es posible y hay ciertas limitantes. Por más que intentemos fabricar un león-elefante mezclando ADN de ambos en el laboratorio, el salto genético es tan grande que es imposible. Lo mismo sucede con éste coronavirus que se diferencia de los otros realmente con la misma distancia de un hombre y un cerdo.
Es cierto que la prensa ha mencionado el tema del parentesco con los otros virus, pero no se profundiza en el detalle y la complejidad que ésto implica. Pero eso es un problema de redacción en la prensa.
Por lo tanto, la EVIDENCIA apunta sencillamente al mismo trabajo que hace la naturaleza con su selección natural y aparición de nuevos virus ya desde épocas tan antiguas en los milenios que la cuestión del "laboratorio" es inverosímil.
Con esto deseo cerrar el tema de la conspiración en torno a éste virus, aunque lo más probable es que ésto tampoco sea suficiente para los fundamentalistas en este asunto.
La mente (y como se ha explicado en entradas pasadas), muchas veces necesita crear enemigos para tener ciertos objetivos impulsores. Pero esos objetivos están basados en el miedo y en emociones contrarias al Amor y a la seguridad de la filiación eterna y Divina: el mensaje Liberador de Jesús de Nazaret.