Respuesta: En primer lugar con respecto a J.J Benítez discrepo en algunos asuntos con él con respecto a su interpretación de los Documentos, o como él en su mente logra sincretizar los asuntos.
El Libro de Urantia habla perfectamente de la "muerte cósmica", ésta tiene que ver con personas que en esta vida (aun estando vivos) desprecian definitiavemente a su Ajustador, y por ende, su resurrección es imposible. Pero el estatus de éstos individuos no depende de sus creencias religiosas. Un creyente puede ser un criminal en serie y haber renunciado a la guía divina.
111:1.5 (1216.6) La mente mortal es un sistema temporal de intelecto prestado a los seres humanos para uso durante una vida material, y según usen esta mente, estarán o aceptando o rechazando el potencial de la existencia eterna. La mente es prácticamente todo lo que tienes de realidad universal que está sujeta a tu voluntad, y el alma —el yo morontial —ilustrará fielmente la cosecha de las decisiones temporales que hace el yo mortal. La conciencia humana descansa suavemente sobre el mecanismo electroquímico que está más abajo, y toca delicadamente el sistema de energía espíritu-morontial que está más arriba. Durante su vida mortal, el ser humano nunca está plenamente consciente de ninguno de estos dos sistemas; por lo tanto debe trabajar en la mente, de la cual está consciente. Y no es tanto lo que la mente comprende, sino más bien lo que desea comprender, aquello que asegura la supervivencia; no es tanto cómo es la mente, sino cómo está tratando de ser la mente lo que constituye la identificación espiritual. No es tanto que el hombre esté consciente de Dios cuanto que el hombre anhele a Dios lo que resulta en la ascensión en el universo. Lo que eres hoy no es tan importante como lo que llegues a ser día a día y en la eternidad.
Entonces notamos que la EXPERIENCIA interior es lo más importante, los motivos y anhelos del alma, más que la creencia en Conceptos. Porque "Dios" es un símbolo verbal. Una persona puede creer conceptualmente en ese símbolo, pero no vivirlo como real en su fuero interno y no poseer un anhelo por la perfección. Por esa razón, ser un hombre creyente no garantiza ninguna salvación, porque si solo es una cuestión intelectual y no real, ésto no crea necesariamente los mecanismos ascendentes.
¿Puede entonces un ATEO resucitar? Perfectamente. Porque no importa tanto lo que conceptualmente crea, sino sus anhelos, lo que desea comprender, lo que está tratando de ser, tal como declaran los Documentos. Así, un Ateo puede que no crea en un Dios nominal, pero en su fuero interno experimente inquietudes espirituales traducidas en la bondad, belleza y verdad, asociadas al servicio al semejante. Conozco ateos muy honestos intelectualmente y con motivos altruistas de servicio que son manifestaciones evidentes de la guía del Ajustador.
Evidentemente en cada ateo habrán casos diferentes de éstas vivencias internas, y no podemos establecer una norma para TODOS los ateos, ya que esa también es una etiqueta que generaliza algo imposible.
La salvación no depende entonces de las teorías religiosas sino de la actitud interna del alma, aquella que anhela la bondad, belleza y verdad, y la manifiesta en el servicio al semejante y la búsqueda de la perfección. Algunos que han sido ateos, han explorado que el motor de esas expresiones altruistas se relaciona con lo trascendente e interiormente han pasado a tener sentimientos espirituales e incluso de adoración que finalmente los reconcilian a un nivel más consciente con su Ajustador. Hay quiénes en su fuero interno pasan a ser agnósticos. Además, algunos llamados ateos también se dicen así como una actitud de Protesta ante el poder y abuso eclesial-religioso, y no hacia la negación interna de sus anhelos espirituales.
Pero aunque esas emociones espirituales sean rudimentarias o aún no reconozcan conceptualmente al Padre Universal, son del todo un pasaparte de potencialidad para la vida eterna. Andon y Fonta, apenas comprendían lo que era una Deidad conceptual, y fueron admitidos en los mundos de Estancia por ese anhelo interior de la perfección.