El pensamiento analógico consiste en buscar relaciones con cosas pre-existentes anteriores a nosotros. Es una forma de buscar seguridad en lo conocido para así establecer nuevos paradigmas.
La mente humana fue diseñada así para sobrevivir en el medio ambiente. Al buscar relaciones se pudieron crear herramientas para generar inventos graduales que mejoraron la vida del hombre primitivo. Por ejemplo, se encontró la relación entre el agua y la salud, y así lavarse las manos permitió evitar enfermedades. El pensamiento analógico desde pequeños nos ayuda a crecer intelectualmente en muchas áreas de la vida.
Sin embargo, el pensamiento analógico tiende a crear "andamios" que tienden a fosilizarse en vez de ser herramientas transitorias. Esto ha creado doctrinas políticas, religiosas y formas de "hacer las cosas" en base a costumbres establecidas, las cuales muchas veces estancan el pensamiento creador.
Por ejemplo, el budismo se estableció sobre los cimientos anteriores del hinduismo, el cristianismo sobre elementos previos judíos y griegos, y así también sucedió con muchas religiones. Difícilmente existe una religión que aparezca de cero, y nadie se atrevería a abrazar algo totalmente desconocido por temor.
Hoy existen intelectuales que han intentado explicar el fenómeno de los antiguos dioses, semidioses y construcciones imponentes del pasado con el pensamiento analógico de la tecnología moderna. Esto ha llevado a especular de forma atractiva que esos dioses eran extraterrestres tecnológicos materiales.
Lo cierto es que sí existieron esos seres venidos desde arriba, pero la evidencia tangible no nos permite aventurar algo más allá de lo necesario. Sin embargo, el pensamiento analógico nos puede llevar muy lejos y crear toda una seudohistoria irreal, como lo hizo Zarcarias Sitchin.
Así también ocurre con intentar entender el Libro de Urantia con las gafas de las creencias previas de la Nueva Era. Eso ha generado algunos movimientos urantianos sincréticos reencarnacionistas y de canalización, pese a que los Documentos taxativamente descartan esos fenómenos como poco consistentes.
Jesús comparó el abrazar el Reino de los cielos tal como lo hace un niño pequeño, porque el niño tiende a tener pocas creencias pre-establecidas previas, a diferencia del adulto que carga con una pesada montaña de trabas mentales, creencias, ideologías, supersticiones y formas pensamiento de ver la vida.
Para entender el Libro de Urantia es esencial abrazarlo con esa pureza de un niño. Requiere valor, ya que la mente intentará hacer alianzas con creencias previas por seguridad, pero los beneficios bien valen la pena.